Por Alejandro Sciscioli
Lo dije muchas veces y no me canso de repetirlo. En numerosas oportunidades, los apasionados de los vinos somos injustos con algunas marcas: sabemos que son buenas y que tienen larga presencia en el mercado local, pero debido a la gran diversidad que encontramos en las góndolas terminamos olvidándonos de ellas. Pero luego, en algún evento, nos encontramos con esas viejas y queridas botellas recordadas que nos pegan verdaderos “cachetazos de memoria” y nos hacen recordar su excelente calidad.
Esto mismo me ocurrió recientemente con una etiqueta puntual: Gran Nina Petit Verdot, que fue protagonista de una cata vertical realizada en la casa de In Vino Veritas Club Privado, primera actividad presencial en ese sitio desde que explotó la pandemia.
PublicidadRicardo Fazzio, el anfitrión, explicó que el importador, haciendo inventario anual, descubrió varias botellas de esta línea, de diversas añadas. Algunas muestras fueron catadas y descubrieron que el vino estaba en óptimas condiciones. Y así surgió la idea central de esa cata vertical: demostrar la excelente capacidad de guarda y la noble evolución en botella del Gran Petit Verdot.
Luego puntualizó lo más interesante: resulta bastante difícil encontrar vinos monovaritales elaborados íntegramente con Petit Verdot. Esta uva de origen bordelés se utiliza mayormente en cortes, y lo usual es que integre dichos ensamblajes en porcentajes minoritarios.
PublicidadPARTICULARIDADES. Nina Gran Petit Verdot es elaborado por Bodegas San Huberto, en la provincia argentina de La Rioja, a partir de uvas cultivadas en el Valle de Aminga. El vino se elabora de manera tradicional y tiene una crianza de 12 meses en barricas de roble.
Durante la velada fueron descorchadas cinco añadas, puntualmente las cosechas 2008, 2009, 2010, 2014 y 2015.
Como primer detalle vale destacar que los corchos salieron íntegros y sin problemas. Con una hora de antelación.
PublicidadOtro aspecto muy interesante es que, como todos los vinos fueron servidos previamente, fue posible realizar las comparaciones entre una copa y otra. De ese modo fue posible comprar minuciosamente colores, aromas, sabores y texturas.
Un hilo conductor se observa en cuanto a la intensidad del color, en todas las copas se presentó como profunda. Los vinos más viejos presentaron lógicos colores más cercanos al granate, mientras que los más jóvenes se percibieron de color rubí con reflejos púrpura.
En nariz todos se presentaron elegantes, complejos y con una espectacular evolución en copa, mientras iban oxigenándose. Todos, también, obsequiaron en mayor o menor medida notas balsámicas (eucalipto), de aceitunas negras y presentaron de manera muy sutil el roble (algunos en forma de torrefactos y otros con notas a café).
Los más antiguos presentaron aromas a fruta madura y notas terciarias de guarda en botella (cuero, fundamentalmente) y los jóvenes, frambuesa. El de cosecha 2015 me descolocó un poco porque tenía fuertes toques minerales (aromas a grafito) y los aromas frutales resultaban muy maduros, pero para nada desagradables.
En boca, todos se presentaron secos, de fresca acidez, cuerpo medio alto a alto, taninos muy redondos y equilibrados, alta intensidad de sabor y final muy largo y agradable.
CONCLUSIÓN. Las cosechas 2008, 2009 y 2010 se pueden beber hoy, claramente, ¡pero vivirán en botella noblemente varios años más, evolucionando! El 2014 resultó muy joven: ¡un infanticidio es descorcharlo hoy; mejor esperarlo dos o tres años más para disfrutarlo mejor!
Definitivamente, con este cachetazo de calidad Gran Nina Petit Verdot volvió a ingresar a mi radar de preferidos.