Por Daniel Fassardi

Si te digo la palabra Champagne, ¿qué es lo primero que llega a tu mente? Seguramente una escena plena de alegría y glamour, una celebración, una boda, un bautismo, ¿y por qué no un divorcio? Así es este vino espumante francés tan tradicional y apreciado por paladares de todo el mundo, que se ha ganado su fama a fuerza de burbujas, calidad y tradición.
Una de las más reconocidas es Pommery, marca que lleva la impronta de una mujer excepcional, Madame Louise Pommery, quien tras quedar viuda decidió continuar con el negocio de su marido poniendo en marcha una visión empresarial y una filosofía enológica que transportó al negocio dos siglos más adelante.
 “He tomado la iniciativa de seguir con el comercio y de sustituir el cargo de mi marido”, expresó en su momento la joven viuda, quien con valentía tomó sobre sus hombros la difícil tarea de sacar adelante una bodega de Champagne en un mundo eminentemente dominado por hombres.
Así, en 1878 se inauguran las bodegas construidas bajo un estilo isabelino de un tamaño de 55 hectáreas. Se trata de una construcción única en el mundo, erigida sobre las excavaciones Galo-Romanas. Apasionada por el arte y la creatividad, encarga al artista Gustave Navlet una serie espectacular de bajo relieves para decorar la visita de las bodegas Pommery en 1882.
Y en 1885 decide ir a la conquista de nuevos mercados nacionales e internacionales. Establece entonces, como precursora, las bases de toda la promoción de un producto de lujo: el estilo, la marca, la comunicación y las relaciones públicas de la bodega. Ella inventa la imagen de la marca Pommery.
Pero eso no es todo, ya que además de su visión demostró un gran poder de innovación, creando el Champagne Brut: Madame Pommery crea con la colaboración del enólogo de la bodega, un nuevo Champagne más ligero y elegante, el cual desprende una fineza incomparable al contacto con el paladar. Louise inventa el Champagne Brut, ofreciendo así nuevos momentos de degustación a los aficionados de la apreciada bebida.

LAS UVAS. Los viñedos de Pommery están asentados en un suelo calizo, ideal para proteger del calor. Acompaña un clima que alterna la suavidad del atlántico y la fuerza continental, que aportan lo específico al viñedo para que la marca tenga todo lo que un buen Champagne debe poseer.
La viña se trabaja durante todo el año. Durante y al final del invierno se procede a la poda y solo los brotes más prometedores se conservan. Estas briznas serán guiadas con el fin de  dejar penetrar el sol hasta los racimos de uvas y de este modo asegurar su crecimiento hasta su maduración total.
La vendimia se hace únicamente manualmente para poder así seleccionar los mejores racimos para conservarlos de forma intacta. Los vendimiadores recorren todos los viñedos que rodena las bodegas Pommery. Anualmente se producen más de 4 millones de botellas de vino de Champagne Pommery.
Y como corresponde a un Champagne hecho y derecho, se recogen tres tipos de cepas: Chardonnay (que aporta un toque de fineza y vivacidad), Pinot Noir (que da cuerpo y fuerza) y Pinot Meunier (que brinda fruta y redondez).

EL ARTE DEL VINO DEL CHAMPAGNE POMMERY. Antes de desarrollar el proceso de elaboración de Pommery, vale explicar que no todo vino espumante puede ser llamado Champagne. Se han ganado ese derecho aquellos vinos producidos en la AOC francesa aquellos vinos espumantes elaborados en la región homónima, ubicada al noroeste de Francia, en una zona muy cercana a París. Deben además cumplirse estrictos pasos de elaboración, que por supuesto Pommery respeta.
El prensado se hace en prensas tradicionales, con capacidad para 4.000 Kg de uva de la que se extraen 2.550 litros de mosto.
La primera fermentación alcohólica, en cubas, transforma en vino el mosto, gracias a la acción de levaduras seleccionadas.
El ensamblaje es la combinación de varios vinos de diferentes castas, pueblos o añadas, con el fin de obtener  y perpetuar el estilo Pommery.
El tiraje es el embotellado de los vino ensamblados, con el añadido de azúcar y levaduras. Luego de este paso es cuando se produce la segunda fermentación alcohólica, en botella, que tiene lugar en cavas a una temperatura constante de 10°. Es entonces en ese mágico momento cuando el vino “echa espuma”, adquiriendo así la efervescencia característica del Champagne.
La crianza es la conservación en cavas durante varios años, durante los cuales las levaduras hacen que aflore todo el aroma del vino.
El removido tiene por objeto concentrar los sedimentos en el cuello de las botellas, para obtener un vino completamente límpido.
El degüelle consiste en congelar los sedimentos y dejar que propia presión del vino los expulse al descorchar la botella. De inmediato se coloca el tapón de corcho definitivo, con su correspondiente precinto de alambre.
El etiquetado de las botellas se realiza tras unos meses de reposo en las cavas.

UNAS BODEGAS MÍTICAS. Diez años de obras a partir de 1868 fueron necesarios para levantar las magníficas bodegas Pommery.
Una impresionante escalera de 116 peldaños desciende 30 metros bajo tierra, para dar acceso a una verdadera catedral: Las Cavas Pommery. Se trata de e120 Canteras de cal excavadas por los galorromanos hace unos dos mil años.
Madame Pommery tuvo la ingeniosa idea de unir las canteras mediante 18 kilómetros de galerías, destinadas al reposo de las botellas del champagne Pommery.
Cada una de las galerías fue bautizada por la propia Madame Pommery, en homenaje a sus clientes de todo el mundo. Por encargo suyo, Gustave Navlet esculpió cuatro gigantescos bajorrelieves.
Las cavas albergan actualmente 25 millones de botellas, algunas de las cuales se conservan en la enoteca, por corresponder a añadas particularmente raras y apreciadas.
“He querido que estas bodegas fueran como un libro abierto, abierto al mundo y al tiempo. Dejad aquí vuestra huella, tal como he dejado yo mi impronta duradera. Y que estos muros sigan siendo testigos del respeto por este vino de Champagne, un vino que ya forma parte de nuestro espíritu colectivo que llevará consigo, mañana y siempre, la memoria de nuestro arte”, expresó Madame Louise Pommery, una verdadera visionaria.