Por Alejandro Sciscioli

Siempre es bello reunirse en torno a una mesa para degustar vino y conversar de las cosas bellas de la vida. Ese el enfoque que les damos a las catas de Parawine.com, buscando sacarle ese halo de ultraseriedad que muchos quieren darle a tan noble bebida y tratando de relacionarla con momentos amenos, entre amigos.
Con esa consigna hicimos el primer encuentro del año, a principios de febrero. Y siguiendo el mismo criterio volvimos a juntarnos para degustar la bebida de nuestra preferencia, el pasado 27 de marzo, en el hermoso restaurante “La Cocina Hereje”, ese maravilloso sitio de cocina mexicana capitaneado por Alicia Martínez Trueba, quien ha logrado dar una fina vuelta de tuerca proponiendo un menú muy diferente a las propuestas “tex mex” que todos tan bien conocemos.
Esta vez, la consigna surgió a partir de una mini encuesta que realizamos en nuestra fan page de Facebook: cata a ciegas de cepas no tradicionales.
Una vez determinada la temática, el siguiente paso fue sortear entre los interesados tres lugares para dos personas e invitar a nuestros anunciantes para que sean partícipes del encuentro. Fue así que Daniel Benítez, Rocío Vera y Nathalia Argüello llegaron puntualmente junto a sus acompañantes, mientras que uno a uno fueron presentándose los representantes de los importadores.
En total, 18 personas nos sentamos a la mesa y nos dejamos llevar por lo bueno de la comida, el vino y la amistad.
Y antes de pasar a los vinos, una reflexión. En un breve párrafo comentaré mi impresión y la de mis compañeros de mesa sobre la comida: UN MANJAR (así, con mayúsculas). Instamos a los amigos lectores a visitar La Cocina Hereje y que, luego, nos cuenten su experiencia. Conocerán algo diferente, acompañados por una adorable anfitriona.

PRIMERO, LOS BLANCOS. Todo comenzó con la llegada a la mesa de los bocaditos preparados para el picoteo, pensados para la primera parte de vinos blancos. Así, degustamos Totopos con Ahuacamolli, Totopos con Frijoles Bayos y Queso, Crostinni de Salmón Medieval y Pesto di Fenollo, Sándwiches de Mascarpone en Finas Hierbas y Pepino, Brochettes de Nopales y Tomates Aderezados en Limón y Chile y Quesos Variados.
¿Lo vinos? Como corresponde, primero se sirvieron los blancos.
Don Valentín Torrontés 2011. La clásica línea, que hasta no hace muchos años enamoraba a todos con el famoso tinto Lacrado, ha evolucionado y ahora ofrece varietales. Tal es el caso de este Torrontés 2011, elaborado a partir de uvas producidas en Mendoza. Se trata de un típico Torrontés mendocino, sin la fantástica expresión lograda en Cafayate, Salta (el verdadero terroir de esta cepa), pero con muchos y muy buenos aciertos. A la vista presenta un color amarillo pálido y brillante; en nariz se sienten delicados aromas frutados (damascos, pera, manzana) y algunas notas de pomelo. En boca es delicado, equilibrado, con una suave acidez.
Lurton Pinot Gris 2010. Un producto verdaderamente interesante. Elaborado íntegramente con uvas de esta cepa provenientes del famoso Valle mendocino de Uco (la nueva “niña bonita” de la viticultura argentina), este vino presenta a la vista un color amarillo pajizo levemente dorado. En nariz sorprende gratamente con sus aromas frutados (melón), algunos toques cítricos y el leve dejo a miel y jazmines. En boca es muy rico, equilibrado, vivaz y ligeramente abocado. 
Ricardo Santos Semillon 2010. Como bien se sabe, la especialidad de Ricardo Santos es el Malbec, por eso este Semillon es una selección hecha por el famoso wine maker argentino, con uvas provenientes de Perdriel, Mendoza, de una zona conocida como Las Cuchillas del Lulumpa, donde está el viejo viñedo de un amigo suyo. A la vista presenta un color blanco claro, con destellos dorados, bien límpido. En nariz presenta un aroma agradablemente frutado, con notas a uvas frescas, lichi, pelones y duraznos en almíbar. En boca es equilibrado, con una suave y fresca acidez, al tiempo que se sigue sintiendo la fruta blanca.
Cousiño Macul Doña Isidora Riesling 2010. El primer vino chileno de la noche llamó la atención ya desde el color: era el más dorado de todos. Elaborado con uvas del famoso Valle del Maipo, este vino tiene mucho que contar a quien lo pruebe: en nariz se sienten claras notas minerales, con suaves toques herbáceos, miel y fruta blanca. En boca entra bien y es fresco; allí persisten las notas minerales, con un final largo y algo amargo.

LUEGO, LOS TINTOS. En la segunda mitad le llegó el turno al grupo de los tintos. Para acompañarlos, la anfitriona pensó, elaboró y sirvió la siguiente propuesta: Tabla de Salamis y Embutidos, Minicrepes Pato del Imperio Ming, Bocadillos de Ajonjolí con Mole Poblano y Pollo Deshebrado, Canapés con Tropical de Filete de Cerdo, Canapés con Bósforo de Filete de Res, Crostinni de Hongos del Bosque sobre Pesto Rosso.
Seguidamente, cuatro propuestas bien diversas e interesantes.
TH Pinot Noir de Undurraga 2009. Una grata sorpresa en la copa. Se trata de un Pinot Noir proveniente del valle chileno de Leyda (el nuevo descubrimiento de la viticultura trasandina), terroir ideal para esta cepa por ser un lugar de clima frío. Su color es el típico de la variedad, rojo rubí suave. En nariz, un hallazgo: mucho caramelo de café y algo de especias; aparece también la fruta roja cocida luego de girar el vino en la copa. En boca es de cuerpo medio, algo dulzón, sedoso y con un delicioso retrogusto frutado; persisten las notas a caramelo de café (lo que no extraña, debido a que tiene 10 meses de crianza en barricas francesas nuevas y usadas). Me quedé con ganas de más.
Colonia Las Liebres Bonarda 2009. Otro muy buen hallazgo. Elaborado por la misma bodega responsable del cotizado Altos Las Hormigas, este vino posee un bello color rojo rubí brillante. Como no tiene paso por madera, en nariz resulta muy frutado y también tiene notas a mermelada. En boca es fresco, agradablemente ácido, frutoso, jugoso, algo dulzón, con suavísimas notas a café y un final medio a largo. No te lo podés perder en la copa.
Zuccardi Q Tempranillo 2007. La alta calidad de siempre. Cada vez que pruebo este vino me dan ganas de ponerme de pie.  Su color es rojo rubí brillante. Ahora, una aclaración: hay que esperarlo (fue criado por 12 meses en barricas americanas y francesas), y por ello, recién descorchado, puede parecer cerrado en primera nariz. Cuando se abre aparecen claras notas de frutos maduros (higos y ciruelas), además de vainilla y notas ahumadas. En boca es redondo, sedoso, amable, de taninos bien domados y suaves. Para tomar y seguir tomando.
Memoro de Piccini. Un gran vino para un gran final. Pensado para conmemorar los 150 años de la reunificación italiana, este fue el único blend de la noche, elaborado a partir de cepas no tradicionales: 40% Primitivo, 30% Montepulciano, 20% Nero D’Avola y 10% Merlot del Véneto. ¿Y con qué nos encontramos? Con un producto de color rojo rubí brillante de nariz muy expresiva: mucha fruta roja fresca y algo de chocolate. En boca, un golazo: gran entrada, frutado, con ligeras notas a café, vainilla y chocolate, más un largo y placentero final.

EL POSTRE. Sí, a pesar de todo lo comido y bebido, un vino  y un shot, ambos dulces, dieron la placentera nota final: junto con un Caballito de Nieve Cítrica con Jalea de Pitayas se sirvió un Santa Julia Chenin Dulce 2011. ¡Perfect match! El color del Santa Julia es dorado suave, en nariz presenta notas bien claras a miel, con toques frutales (damasco y durazno), más algunas notas cítricas. En boca, finalmente, es fresco, abocado y dulce pero no empalagoso (con buen equilibrio entre la acidez y el azúcar).
Un verdadero broche de oro para una velada perfecta.
Al momento de las despedidas una promesa se lanzó y todos los presentes la apoyaron: volver a repetir la experiencia, cuanto antes.