Por Alejandro Sciscioli

Siempre es un gusto reunirse con amigos. No importa la ocasión, el solo hecho de compartir un momento con gente que apreciamos vale más que nada. En la noche del pasado 31 de enero tuvimos la suerte de encontrarnos que gente muy querida a la cual hacía bastante tiempo que no veíamos y, además, conocimos a personas con las que congeniamos muy bien, tanto que de hecho pareció que nos conocíamos de toda la vida.
La excusa era perfecta: Liv Ljunggren, propietaria del hermoso restaurante y vinoteca Uva Terra, nos invitó a degustar unos vinos que su marido, Francisco “Cacique” Scappini, copropietario del local, había traído al país tras un reciente viaje por Israel. Por supuesto que nuestra curiosidad se disparó y, sabiendo además con quiénes estaríamos sentados a la mesa, nos imaginamos que sería una gran noche.
En mi caso particular, sería la primera vez que probaría vinos kosher, es decir, que se adecuan a las normas religiosas judías de alimentación. Este elemento extra hizo que sintiera aún más ganas de ser parte de esa velada que prometía interesantes novedades en las copas.
Puntualmente estuvimos con mi esposa a las 20.30 en Ocampos Lanzoni 171, listos para probar vinos que suponíamos serían muy diferentes a los que estamos acostumbrados.  De veras que nos llevamos un par de sorpresas agradables.
Entrar en el local de Uva siempre es un placer: si por fuera es un sitio muy bello, al entrar te enamorás del ambiente con la iluminación exacta, los muebles ubicados en el lugar preciso y la siempre esmerada atención personalizada de Cacique y Liv.
De a poco fueron llegando los demás invitados y la mesa se fue poblando. Y tras ordenar lo que cada uno deseaba comer, el primer vino llegó a las copas.
En este punto quiero hacer un alto y comentar que no hablaré sobre la comida, ya que me extendería mucho. Sin embargo, pronto alzaremos al portal una nota sobre este sitio, que además de tener una cava muy bien surtida posee una excelente cocina.

EN LAS COPAS. Primero degustamos un Dalton Alma 2009, de la región de Galilea, compuesto de Shiraz, Mourvedre y Viognier. ¿El resultado? Un vino con muy buena nariz y mucha fruta, suave en boca, algo corto, pero muy rico, con una fresca acidez y cuerpo leve. Un vino que provocó muchos comentarios, todos positivos.
Luego probamos un Carmel Single Vinyard Shiraz 2008, con 15 meses de añejamiento en roble francés, que se transformó en el preferido de las damas. ¿Por qué? Porque las damas sentadas esa noche a la mesa eran todas portadoras de un fino olfato y un muy buen paladar. Ellas encontraron a este vino con una nariz muy frutada y especiada, con madera presente, pero sin sobresalir. En boca destacaron su sedosidad, redondez y el gran equilibrio entre fruta y madera.
Finalmente degustamos un Yiron Galil 2007, un blend elaborado a base de Cabernet Sauvignon, Merlot y Shiraz, con 16 meses de crianza en barricas de roble francés. También lo notamos equilibrado, redondo, sedoso, con delicadas notas a chocolate, vainilla y café, más un largo final.
Conversando entre los ocho miembros de la mesa, observamos la gran calidad en general de los productos servidos, todos interesantes por sus características y, también, por su precio: ninguno estaba por encima del rango de los 40 dólares.

FINAL DE LUJO. Parecía que estábamos llegando al final. Sin embargo, uno de los miembros en la mesa se levantó y fue a la cava de la casa, desde donde vino con un producto que ya casi no se consigue: Cadus Single Vinyard Syrah 2002, ese excelente vino de alta gama de la bodega Nieto Senetiner que se ha discontinuado, para tristeza de los fans de esta noble cepa (actualmente este ícono se elabora íntegramente de Malbec).
Verdaderamente, nos encontramos ante un vinazo: gran nariz con mucha fruta a pesar de sus diez años de edad, con taninos algo redondeados y dulzones y un glorioso y largo final en boca. En verdad, podría seguir evolucionando en botella varios años más. Pero gracias a la gentileza de nuestro compañero de mesa pudimos disfrutarlo en todo su esplendor.
Al momento de las despedidas nos prometimos un reencuentro, con más vino y anécdotas que contar.