Por Alejandro Sciscioli

La vida tiene esos giros. Un amigo llevó casi de prepo al joven y recién recibido enólogo Marcelo Pelleriti a una entrevista laboral con el gurú del vino Michel Rolland, gestor en Argentina del celebrado proyecto de Clos de los 7. De ese encuentro, al que llegó enfermo y casi sin energías, surgiría una empatía muy especial con el experto y, luego, una primera experiencia profesional que a la postre terminaría siendo la definitiva.

“Resultó ser que pegué muchísima onda, mucha relación, fue una reunión muy amigable. Llevé como muestra una botella de mi vino, el que me gusta hacer a mí. Al salir pensé que simplemente fue una buena relación. Me dije ‘perfecto, lo conocí a Michelle’ y quedó como eso”.

A los pocos días suena su teléfono. Era Rolland con una propuesta inesperada: trabajar para la familia de Catherine Père Vergé, fundadora de Monteviejo, la bodega donde hoy Pelleriti es director general y su cara más visible.

Pero para llegar eso debió transitar un camino muy interesante.



EN PARAGUAY. Llegué puntualmente a la hora convenida al lobby del Sheraton Asunción, listo para conversar con una de las figuras más importantes de la enología argentina. Y allí ya estaba él, muy concentrado, hablando por teléfono. 

Aproveché para saludar a otros amigos de Mendoza que estaban también en Paraguay con motivo de la cada vez más exitosa Expo Vino, que en este 2017 llegó a su novena edición, y luego, sí, me presenté ante Marcelo Pelleriti para conversar.

Prendido el grabador, confiesa que esta es su primera vez en Paraguay, y se lamenta por lo breve: apenas dos días.

- ¿Cómo es la historia de Marcelo Pelleritti y Monteviejo?
- Siempre quise tener una bodeguita, algo propio, no aguanto la relación de dependencia. La libertad para mí no tiene precio, y eso gracias a Dios me lo inculcó mi familia. Empecé con mis primeras mil botellas en el año 94. Estuve casi 10 años sin tomarme vacaciones: mi ahorro era comprar uva y hacer vino.

- En esos años sí estabas en relación de dependencia…
- En esos años trabajaba en una empresa de agua del Grupo Bemberg, que se llama Eco de los Andes, necesitaba algo para tener capital… y también en esa época estudiaba en la universidad. Busqué muchas alternativas, incluso en el grupo Bemberg. Ellos querían comprar “Peñaflor”, ya desde esa época, después lo lograron hace un par de años. Entonces ellos me formaron, me capacitaron, me pagaron la universidad, un montón de cosas. Hasta que se dio y surgió la posibilidad de trasladarme a alguna otra cervecería en otra parte del país, obviamente la rechacé, porque no podía. 

- ¿Allí fue que conociste a Rolland?
- Sí, y no fue tan accidental. Una amiga, Gabriela Celeste (que estuvo en Paraguay el año 2016), hija de un gran amigo de mi padre, me avisó. Y en realidad casi ni voy, estaba un poco con los brazos tendidos, justo ese día estaba enfermo, un montón de cosas… Pero fui. Otro amigo, que también es enólogo y se llama Federico Laborde, me dijo “vas a venir con migo”.



FRANCIA Y ARGENTINA, IDA Y VUELTA. Lo que siguió es la parte narrada al inicio de esta nota: la propuesta laboral que “acepté, estaba como loco”. El entusiasmo de Marcelo era tal, que el propio Rolland quiso hablar de la parte económica, algo que para Marcelo era totalmente secundario: “Voy con lo que estoy ganando ahora, si les gusta lo que hago bien, y si no doy el paso al costado y que siga otro; si después funciona, arreglamos”.  Y así fue.

El enólogo comenzó a trabajar con la familia de Catherine en Francia en 2001. En 2002 se empezó a producir la primera producción de Monteviejo y Marcelo se hizo cargo de la parte técnica de la bodega en Argentina y, en Francia, de los Chateau de la familia. “Y hasta ahora estamos así”. 

De todos modos, nunca perdió el espíritu independiente. “Yo ya venía con mi propio vino, siempre me lo permitieron hacer, siempre estuve con pequeñas cantidades de mi propio vino y después en los últimos 7 años despegó mucho el proyecto personal. Y trabajo para la familia, prácticamente tenemos un acuerdo de sociedad”, explica.

Lamentablemente, en 2013 fallece Catherine Père Vergé y Henry Parent, uno de los tres hijos de la mujer, quien tomó las riendas financieras de la empresa. El acuerdo: 30 años trabajando Pelleriti en la firma “o hasta que muera”, siempre respetando sus inquietudes creativas” “necesito hacer un montón de cosas que siempre me gustaron hacer, sobre todo en la parte comercial, libertad en la parte comercial”, pidió. Tras el apretón de manos de rigor, “estamos juntos de por vida”.

- ¿Cómo es la experiencia de vinificar en Argentina y en semestre siguiente, en Francia?
- Me transformó un poco en adicto a vendimias, me gustan las vendimias, necesito vendimias. Termino una vendimia y tengo que estar en la otra. Y es experiencia también. Sucede lo mismo que con el artista, que se perfecciona en la medida que da conciertos. Mucha vendimia, mucha información, muchísima información, muchísima comprensión de los terruños, muchísima comprensión de lo que hay que hacer teniendo en cuenta lo que pasó en el verano, en el otoño, qué pasó ese día de cosecha. Son muchas decisiones a tomar al momento de elaborar un vino. 

- Los vinos de Pelleriti, ¿cómo son?
- A mí me gusta mucho probar muchos grandes vinos. Yo no hago vinos para tomar bebidas, hago vinos para que mi país en el futuro sea reconocido como un país vitivinícola. ¿Por qué? No existe país vitivinícola reconocido si no hay botellas en las grandes cavas del mundo con vinos antiquísimos del país productor. Entonces, me gusta mucho trabajar la textura tánica, la madurez fenólica, el proceso de elaboración para expresar esa textura y esa personalidad en boca, sobre todas las cosas, que creo es un pilar en la evolución de los vinos de guarda. Quien no comprende esa evolución en boca, y no sabe, para mi punto de vista, proyectar cómo va a transformarse esa cantidad de componentes que dan textura, en el tiempo, ahí estamos complicados para elaborar vinos de alta gama.



PUNTAJE PERFECTO. Pelleriti logró en el año 2013 superlativos 100 puntos de Robert Parker con un vino elaborado en Pomerol, Francia, vinificando para la bodega que es propiedad de la familia Parent, la misma de Monteviejo. El puntaje perfecto fue para su vino Chateau La Violette cosecha 2010. Es, de hecho, el primer enólogo latinoamericano en alcanzar tal logro.

Sobre el tema, apunta que espera haber contribuido a la imagen de Argentina como país vitivinícola con ello. Y también destaca la importancia de “grandes maestros” como “Roberto de la Mota y el flaco Richitelli que fue elegido por Wine Entusiast mejor enólogo del mundo”, entre muchos otros.

Yendo en el mismo sentido de trabajar responsablemente una identidad vitivinícola destaca la crucial importancia de “cuidar los vinos de entrada de gama, no hay que hacer tonteras. Siempre le digo a los colegas: ‘si  se hace un vino de entrada de gama, que sea exclusivo, que sea algo buscado, que sea realmente bueno’. Entonces el consumidor, que es mínima la cantidad de gente que consume vino y sabe de vino, ese consumidor está preparado para evaluarlo, y entonces a nivel marca país, hay que ser consciente que no se puede joder”.

- La marca país de Argentina está relacionada al Malbec. Se hizo un excelente trabajo con éste, tanto a nivel viticultura como comunicación. ¿Se está llegando a un cierto límite o hay que profundizar la tarea?
- En Argentina tuvimos suerte. En más de un siglo el material genético se fue adaptando a distintos tipos de microclimas. Hoy estamos cerca de las 40.000 ha, quizás un poco más, de Malbec. Hay que seguir con Malbec y con otras cosas, como blends. El Malbec, como componente de ensamblajes, es alucinante porque es muy combinable. 

- ¿Y el Cabernet Franc del que se habla tanto hoy?
- Hoy está de moda, pero es mucha moda porque cantidad no tenemos. Sé que había 700 hectáreas, pongámosle que habrán aumentado algunas y se llega a  800 hectáreas. Mucho más no podemos hacer. Pero sí tenemos mucho Cabernet Sauvignon, alrededor de 16 o 17.000 hectáreas. Tenemos alrededor de la misma cantidad de Syrah, muy buenos por cierto. Entonces, la figura de Argentina como país productor de otros monovarietales o Blands en vinos de alta gama, es un camino que está viniendo y obviamente hay muchas regiones que se tienen que empezar a conocer. 

- ¿Por ejemplo?
- Uno iba a EEUU hace 15 años y para los americanos Mendoza quedaba al lado de Río de Janeiro. Hoy la gente sabe dónde está Valle de Uco y dónde está Salta. Y después habla de Gualtallary o Altamira, pequeños lugares de los que saben los conocedores. Hay que tratar de focalizar eso, hablar más del lugar que del varietal

Tuvo también palabras muy elogiosas para con el trabajo de sus colegas.  “Me encanta como trabaja la textura, la boca, Roberto De la Mota; me parece excepcional como trabajan Daniel Pi su equipo; hay un loco divino que es Alejandro Vigil, un tipo híper innovador, su cabeza siempre está en otro lado y hace cosas excepcionales; de los chicos jóvenes me gusta mucho la seriedad con que está trabajando Matías Riccitelli, muy visionario y muy responsable en lo que está haciendo



COMO MÚSICO, UN GRAN ENÓLOGO. Claramente no podía cerrar la entrevista sin hablar de la pasión por la música y los proyectos que desarrolla junto con destacados artistas, entre ellos el aclamado Pedro Aznar.

“No me considero músico, sí un apasionado de la música”, comenta, y asegura que ello sería una falta de respeto, frente a un grande como Pedro Aznar, decir que es músico. Pero también hace vino junto con otros artistas con los que hace vino. Ellos se consideran enófilos, comenta, y en agradecimiento al hecho de poner en su cabeza rock desde muy chico. Pero también como forma de reconocer la participación de éstos en festival de rock que anualmente se desarrolla en la bodega desde 2011. La propuesta incluye ofrecerles a cada uno 300 botellas, es decir una barrica, “todo como un juego, así como después ellos me ofrecieron el juego de subir a tocar algún tema, lo cual también es una responsabilidad”. 

“Yo quiero que ellos se sientan enólogos, como yo”, comenta. Es su forma de aplaudir al artista.

Y ese juego terminó siendo en algo muchísimo más grande, “como es el caso de Pedro, que ya quiso hacer vino y montar una empresa. Es un tipo hiperdetallista, he aprendido una barbaridad al trabajar con él, porque es realmente un empresario, un emprendedor, y cuando empezamos el proyecto me sorprendió tanto la lucidez, las ganas de hacer, el nivel de detalle que tiene, y por eso creo que Abremundos, en tan poco tiempo, llego a donde está hoy día parado. Es un proyecto exclusivo, muy pequeño, no se producen más de 60.000 botellas, pero siempre apuntando a  un producto de alta gama”.

Marcelo Pelleriti estuvo en Paraguay para participar de la Expo Vino. ¡Y su paso por el país no pasó desapercibido!

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