Por Luis Fioretti

Viña Emiliana marca un antes y después en el vino chileno, y quizás mundial”, dice Cristián Rodríguez, director comercial de la misma, con quien tuve el placer de conversar durante la reciente edición de la Expo Vino Paraguay. Sus etiquetas de calidad excepcional, guardan una diferencia que le abren camino propio: son productos 100% orgánicos.

El origen de la viña es la afamada compañía del ramo Concha y Toro. Allá por 1986 la última se divide en tres compañías de un mismo grupo: Concha y Toro continuando su tradición; Viconto como la parte frutícola; y Emiliana como viña enfocada a la innovación y sustentabilidad.

Su nombre es herencia de un vino muy conocido dentro del mercado chileno, el “Santa Emiliana”. Este, de concepto popular, estuvo a cargo suyo hasta 1998, cuando decide pasarlo a manos de Concha y Toro para enfocarse de lleno a las nuevas ideas. “Le sacamos el ‘Santa’, y nos quedamos con ‘Emiliana Viña Orgánica’ desde entonces”, cuenta Cristián.

En aquel 1998 sus directivos dicen “hasta aquí llegamos con el tema convencional”, parando el uso de químicos e iniciando la transformación de Emiliana. La idea fue volver al cultivo inspirado en lo natural, hoy día llamado “orgánico”.

Tres años pasaron por diversos motivos: porque la ley chilena impide pasar en un año de un campo convencional a uno orgánico; porque se demora 3 años en obtener los papeles certificados; y porque “tienes que tener la tierra descansando”. Pasado este período surgió el primer vino, el Coyam.

Lanzado muy tímidamente, a unos 10-11 dólares, era una prueba para medir muchos aspectos, entre ellos qué tal se recibía el primer vino orgánico de Chile y cómo percibiría el público a un blend compejo, pues “¡era una mezcla de 6 uvas! Carmenere, Shiraz, Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot y otro que no recuerdo”, comenta Cristián. “No sabíamos qué hacíamos, era un experimento”, asegura.

Así, la etiqueta Coyam salió a góndola. Seis meses después, en el 2001, llegó el concurso más importante del vino del país, el Annual Wines Of Chile Awards (AWOCA), con jueces como los master of wine Tim Atkin y Jancis Robinson, “y ganó Coyam como mejor mezcla. Y cuando se eligió lo mejor de lo mejor, ¡ganó otra vez!,” evoca Rodríguez, señalando que competía con vinos 3 o 4 veces más caros, de bodegas con más reputación y décadas de antigüedad. “Ahí dijimos transformémoslo todo, nos vamos a lo orgánico”, evoca.

La etiqueta “estalló como bomba. Los mercados más desarrollados pedían y pedían”, recuerda.

LA DIFERENCIA. El Director Comercial de Emiliana sostiene que ofrecen una propuesta única aquí, en Chile y el mundo, por su consistencia y calidad. Además, añade que la viña no solo se preocupa del tema orgánico, sino también de sus trabajadores: “estamos certificados en Responsabilidad Social y Fair Trade”, subraya.

Esto se enlaza con nuevas tendencias al decir de Cristián. “Hoy veo que el consumidor joven, uno que ya no se queda con lo mismo, con el vino de siempre, pregunta porque necesita mayor información, usa las redes sociales, usa la tecnología para ver más allá de la etiqueta, los puntos que tiene, la calidad. Antes no era así. Antes a uno le gustaba la marca, y no se enteraba de nada, de cómo se producía”, asegura.

Afirmando que la generación joven cambio 100% en cuanto información, ve consumidores quizás no tan fieles, que cambian de producto, por estar mucho más informados. Entonces la calidad no basta. Pueden probarse miles de vinos, dice Cristián, asegurando que el consumidor irá tras la pregunta ‘¿qué más me ofrece esta compañía?’.

“Y lo que ofrecemos, creo, es único: algo que en la escala y tamaño de Emiliana no la tiene otra viña en Chile ni el mundo. Estar certificada como orgánica y biodinámica, no lo tiene nadie”.

PERO, ¿QUÉ ES ORGÁNICO? Para esta viña es evitar el uso de todo tipo de químico sintético, ningún insecticida, pesticida, herbicida, nada en la crianza de los viñedos. Tampoco fertilizantes sintéticos, como nitrógeno o potasio. Es lo que la tierra da, ayudándola solo con fertilizante tipo “compost”: 100% natural, todo lo que deja la viña tras la cosecha, más guano. Lo mezclan todo en una montaña de “compost”, echándolo a la tierra, promoviendo el ciclo natural de ésta.

La idea es volver a la agricultura de 100 años atrás, previa a la revolución de los químicos. Antes todo se hacía orgánico. “Lo que hacemos es volver a la tierra, obtener lo que genera ella misma. O sea, desde que podamos la parra, eso va al suelo; los muchos animales que tenemos ahí viviendo generan guano, y todo va al suelo. Y todo es materia orgánica que usamos para evitar el fertilizante sintético”, explica.

Los fertilizantes sintéticos hacen crecer la planta mucho más rápido, más linda y vigorosa, pero tan rápida y artificialmente que no crece naturalmente y está mucho más expuesta a cualquier enfermedad. “Llega un bicho y claro, las paredes y los tejidos de la planta están muy débiles, porque crecieron así, boom”, señala.

Entonces, dejar crecer la planta natural, orgánicamente, la conduce a dar mejor uva, más resistente, más sana, sin apolillar, ni tener problemas con hongos, afirma Cristian, “porque la planta generó su propia resistencia”.

En cuanto a lo biodinámico, una filosofía muy compleja, señala que se respetan todos los aspectos de este tipo de producción, como los ciclos lunares, entre muchos otros.

¿HAY DIFERENCIAS DE SABOR? “Encontramos diferencias de sabor, pero la verdad que nunca he oído hablar de un vino orgánico como diferente, porque todos los vinos pueden cambiar” por diferentes cosas, como la mano del enólogo. Mas el portavoz de Emiliana señala que el vino orgánico expresa mucho más el terroir.

Y Cristián se lanza otra pregunta “¿terroir qué?”. Dice que se puede considerar la combinación de una vid plantada en un suelo, en un clima, que se afecta por todos los ciclos de la naturaleza. “Pero en realidad, ¿qué tienes? Las plantas son todas iguales, son clonadas. Los clones se compran en Francia, el clon ‘777’, es igual y se usa también en Nueva Zelanda. Los suelos son diferentes”, expone.

LAS LÍNEAS. Emiliana ofrece un portfolio completo de alta calidad y buenos precios, cuyas etiquetas a nivel local van desde G. 30.000 a G. 300.000

Todas sus líneas tiene origen en excelentes valles chilenos. “Exploramos todo, los mejores valles de Chile”, dice. Por ejemplo los blancos en Casablanca o San Antonio, cerca del Maipo, “donde están los mejores blancos o Pinot Noir”. En cuanto los tintos: Cabernet Sauvignon de Maipo y los Carmenere en Colchagua. También producen en Bio Bio, cuyo clima frío va bien con los blancos. Allí están con un proyecto de Riesling, cultivando también Sauvignon Blanc y Chardonnay. También están en Cachapoal, para la Shiraz.

Emiliana tiene una línea de entrada  “tri level”. Parte de un Reserva, el Adobe, que ronda los G. 30.000. Vino muy frutoso, muy fácil de tomar, con 20% de madera y el resto solo fruta. Criado en acero inoxidable, es el más joven. “Es un monovarietal, no lo complicamos ahí porque es para el primer consumidor, lo hacemos simple”. Doce variedades componen la línea, presentes 4 en Paraguay: Cabernet Sauvignon, Carmenere, Merlot y el Sauvignon Blanc. Son “los más conocidos acá. Me encantaría explorar más a futuro con lo que tenemos, como un Gewurztraminer, que a G. 30.000 me vuelve loco”, afirma.

Después la línea Gran Reserva Novas. Sus uvas son seleccionadas de valles mucho más delimitados, pasa un año de barrica 100% francesa. De sus variedades, 2 están en Paraguay: un blend Cabernet-Carmenere y un Cabernet Sauvignon, a los que se sumará  en breve un Sauvignon Blanc del valle de San Antonio. Ronda los G. 45.000

El tope de esta gama es Signos de Origen, que aun no está disponible en Paraguay, “pero ya la traeremos, a mí me encanta”.

Pasemos a la gama de vinos ícono: Coyam y . El primero, en la gama de los G. 120.000 a 150.000, y el otro entre los G. 250.000 a G. 300.000. De muy limitadas partidas, son cuoteados en su exportación.

De Coyam ya hemos hablado durante la nota. Su nombre significa “Roble Chileno”, en Mapuche. Multivarietal, cada añada tiene su propia crianza. Cabe destacar que desde su primera cosecha 2001, hasta la última en 2011, diez consecutivas, goza entre 90 y 92 puntos del gurú Robert Parker. “Para mi, el mejor vino de Viña Emiliana en relación precio – calidad”.

Gê, cuyo significado griego es “Tierra”, es la cúspide de Emiliana, su máxima expresión en cultivo biodinámico. Compuesto de 3 variedades, cada añada es específica, siendo la última 2011. Se ha ganado 94 puntos de Parker.