Por Daniel Fassardi

Recuerdo que, en la versión 2011 del Asunción Wine Experience (que luego evolucionó al evento que hoy todos conocemos como Expo Vino), una etiqueta llamó muy fuerte mi atención. Estábamos ya ingresando a la etapa final del segundo día y, para qué mentir, las degustaciones habían dejado mi paladar no maltrecho, pero sí un tanto saturado.

Sin embargo, quien hoy es editor de este sitio web prácticamente me agarró de las pestañas y me dijo: “andá al stand de La Caoba y pedí probar el Indómita Duette Pinot Noir”. Como soy muy obediente cuando llega el momento de probar tintos, enfilé hacia el lugar indicado. Siempre, por supuesto, acompañado de mi compañera S., quien a esa altura ya había olvidado la mitad de las etiquetas que había catado y tenía más chispa que nunca.

Tímidamente me acerqué (debido al gentío), aunque el propósito de degustar el vino indicado ya lo tenía entre ceja y ceja. Una vez logrado el objetivo me senté en un silloncito y… ¡Sí! Un vinazo había llegado a mi copa. Lo recuerdo muy frutal, fresco, con suavísimas trazas a café, muy gentil y fácil de tomar.

Desde ese momento, cada tanto lo buscaba para adquirirlo y disfrutarlo, solo o acompañado.

Tiempo después, en la Expo Vino del 2013, se repitió la escena de dos años atrás: la misma persona me indicó que vaya a probar el mismo vino, solo que esta vez la añada era 2010.

Y sí, noté más que sutiles diferencias. Al Indómita Duette Pinot Noir 2010 lo sentí muy expresivo en nariz, dulce, con notas a mermelada de fruta roja, un fuerte toque a clavo de olor (algo que me desconcertó pero no me desagradó para nada), más un leve dejo especiado. En boca me pareció igual de suave que siempre, armonioso, sedoso. Invitaba a seguir tomándolo.

Tal experiencia reforzó, por supuesto, mi afición hacia la marca en general y esta etiqueta en particular.

Por ello, para celebrar que nuevamente el editor me encargó escribir un artículo sobre un tinto, iré al departamento de S. con una botella de este vino bajo el brazo, buscando que el noble fruto de la vid encienda los sentidos y nos lleve por esos territorios en los cuales las palabras huelgan, pero todo lo demás cuenta.