Por Daniel Fassardi

Hay vinos que, al probarlos por primera vez, quedan grabados con tanta fuerza en nuestro paladar que siempre nos acordamos de ellos con especial cariño y, al volver a degustarlos, siempre recordamos ese contacto primerizo entre papilas y bebida.
Ello fue lo que me ocurrió, precisamente, con el maravilloso Aconcagua Costa Sauvignon Blanc, de Errázuriz, uno de esos vinazos que está para pelearle cabeza a cabeza a cualquier otro ejemplar superlativo de su especie.
Esa primera vez fue hace casi un año, con motivo de una cata organizada por una revista gastronómica del medio, que había propuesto degustar una serie vinos frescos para ahuyentar al calor. El tema es que, como suele suceder en los encuentros de ese tipo, todo lo que llegaba a las copas era de muy bueno para arriba. El Aconcagua Costa llegó en el tercer lugar y… ¡¡¡Boom!!! La nariz primero y el paladar, después, explotaron en una serie de sensaciones espléndidas.
Hace poco, muy poco, abrí para una ocasión especial una botella de esta etiqueta que estaba atesorando en mi pequeña heladerita de vinos. El homenajeado fue un amigo extranjero que estaba por estas tierras de visita y, para que se lleve un buen recuerdo, decidí este descorche que, estoy seguro, permanecerá en la memoria del susodicho por mucho tiempo. Es más, sus comentarios fueron muy, pero muy elogiosos para con este vino que, de paso, ayudó para que abra sus sentidos hacia los vinos chilenos.
Pero, ¿qué fue lo que encontré en la copa? Lo mismo que el año anterior: un delicado color amarillo claro; un aroma muy expresivo, con potentes aromas florales y frutales, además de unas suaves notas cítricas y a lichi; en boca su sabor es muy fresco, con gran equilibrio entre fruta y acidez, más un interesante retrogusto a lichi, frutas tropicales y un ligero dejo herbáceo y mineral.
Investigando en la web de la Viña Errázuriz un poco más sobre la etiqueta me enteré de que el vino estuvo durante tres meses en contacto con sus borras, lo que explica el muy buen volumen que logra en boca.
En pocas palabras: un excelente vino que merece estar bien fresquito en nuestras copas, especialmente ahora que vienen llegando los días en que el calor aprieta sin piedad.