Por Daniel Fassardi

Hay vinos que son clásicos. Productos que son apreciados sin importar el sitio o el contexto en el cual nos encontremos. Y sin temor a equivocarme creo que el Fond de Cave es uno de esos nobles vinos que siempre nos producen una buena reacción al tenerlo en la copa.
Mi historia con este vino viene de bastante lejos, de aquellos tiempos en los que el vino no era tan “fashion” como los es hoy. Recuerdo que mi padre, sabiendo que estaba ahondando mi interés en el fruto de la vid, me dijo un día “vamos a probar esto”, y sacó y descorchó un ejemplar de la susodicha etiqueta.
Me quedé muy complacido en ese momento, por dos motivos: uno porque el viejo finalmente estaba evolucionando con sus gustos, y estaba animándose a probar otras cosas. Sabiendo que él era un fanático empedernido de una marcha chilena, me dio mucho gusto verlo mandarse la parte con un vino argentino que yo todavía no había degustado. Pero además, mi alegría también quedó grabada en mi memoria porque ese Fond de Cave fue un “guau” en mi paladar.
Hoy, luego de varios años, volví a reencontrarlo en mi copa durante un evento social al que concurrí, y la impresión que tuve fue bastante fuerte, pues en ese momento mi atención se fue del mundo y de modo inexplicable mi mente apareció en el recuerdo más arriba narrado.

Al Fond de Cave actual lo encontré, como siempre, muy amigable. Era un Malbec de cosecha 2009 el cual, según su etiqueta, ha tenido 9 meses de crianza en barricas de roble americanas y francesas. Me encontré con un vino de color rojo púrpura con reflejos violáceos, en la nariz percibí notas a mermelada de ciruelas y un sutil fondo de vainilla. Entra muy bien a la boca, con taninos dulces y claras notas de vainilla. En pocas palabras, un vino para tomar y seguir tomando.
Es cierto que, con el paso de los años, uno aprecia el vino de otro modo al degustarlo. En aquel momento, con mi padre, no me puse a observar colores ni a buscar aromas y sabores. Sin embargo, está más que claro que aquel Fond de Cave de antaño, tuvo un sabor muy especial, tanto que seguirá vívido entre mis recuerdos hasta final de mis días.