Por Alejandro Sciscioli

En la noche de ayer, jueves 10 de noviembre de 2016, pude cumplir un sueño largamente acariciado: logré dar con éxito el examen final con el cual, oficialmente, puedo decir que ¡¡¡soy sommelier!!!

Pero no cualquier sommelier. Soy parte del grupo de los primeros ocho egresados en el país. Así es, en Paraguay también es posible formarse en el noble oficio. Y en esto es preciso sacarse el sombrero y reconocer al Centro Garofalo el hecho de que, una vez más, han sido pioneros. La profe Sarita Garofalo, directora del instituto, lo hizo de nuevo y se salió con la suya. Los “cachivaches”, como cariñosamente nos bautizó, finalizamos con éxito el desafío.

Muchísimas cosas ocurrieron en los tres años que duró el curso, que se extendió más de lo usual debido a la necesidad de lograr una cierta cantidad de horas cátedra para llegar al objetivo. 

Y cuando digo muchísimas, en serio no estoy exagerando. Aunque, claro, tal vez el momento más dramático que nos tocó vivir fue cuando nos quedamos sin profesores. Y en medio de la incertidumbre apareció un americano que, con su castellano a medias y una pasión a prueba de balas, avanzó furiosamente por asignaturas como geografía vitivinícola y cata.

El nombre de este querible personaje es Damon Dlubak, quien desde su indiscutible nivel III del WSET puso todo de sí, y un poco más, para que lleguemos a este feliz final.

Un total de 31 aspirantes comenzamos la travesía en el 2014. Y ocho conseguimos concluir el camino. En el medio, cada deserción la sentía como una estocada en el corazón. 

Sería injusto no mencionar a quienes en diciembre próximo recibirán, junto con este servidor, el tan ansiado diploma: Ana Elisa Greenwood, Josefina Casali, Lucía Martínez, Christian Mezger, Roberto Araújo, Simón Zalimben y Luis Huaman.

Si tengo que ponerme a escribir agradecimientos creo que mataría de aburrimiento a cualquier lector que llegue a esta parte del texto. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar a Oliver Gayet (por ser quien me inculcó el bichito de la curiosidad vitivinícola), la familia Garofalo en pleno (por su enorme calidez humana) y a mi esposa Sakura (por apoyarme en todo momento). A todos, muchas gracias.

Lo concreto es que una nueva era comienza en Paraguay para el vino, esa maravillosa bebida que no deja de enamorarme. Muchos nuevos profesionales de la sommelierie llegarán después de nosotros para aportar su talento y continuar lo que tímidamente iniciamos.

Pero ahora, con la satisfacción del deber cumplido y la alegría de haber logrado el mejor puntaje de la promoción, alzo la copa y brindo por nosotros, los “Cachivaches”. 

A los nuevos sommelier de Paraguay, ¡salud!

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