Por Daniel Fassardi

Mis gustos andan últimamente “ablandándose”… No sé si ello será bueno o malo, pero mi foco de atención está pasando de esos tintos rudos y masculinos a sabores y aromas más refinados. Así, en la búsqueda de algo nuevo que me sorprenda me topé, por recomendación del editor de esta web, con una joyita tinta made in Nueva Zelanda que sin dudas vale la pena que esté en tu copa.

Me refiero al Matua Pinot Noir, un vino que no me resultó fácil conseguir. De hecho, tuve que pasear un rato por diversos puntos de venta debido a que se vende mucho, ¡lo que me alegró, por supuesto! Luego del segundo rebote decidí ir sobre seguro y puse proa hacia el show room de Distribuidora Gloria, firma importadora de esta y muchas otras marcas, donde compré dos botellas del hasta ese momento desconocido vino, al menos para mí.

Como siempre, la persona que acompañó la investigación vinícola fue mi querida S., a quien invité cuando el preciado tesoro tinto estaba en mi poder. Llegó a mi departamento como es habitual, portando algo rico y adecuado para el descorche en cuestión. ¿Cuál fue su contribución? Un maravilloso picoteo de anillos fritos de calamar, milanesitas de pollo, una buena variedad de quesitos secos y una especie de mini cheese cakes con jaleas de frutos rojos y chocolate.

Investigando sobre la bodega y la etiqueta (puntualmente de la añada 2013) supe que este vino, si bien es 100% Pinot Noir, se trata de un ensamblaje de regiones neozelandesas: hay mayormente uvas de Marlborough (región ubicada en el extremo norte de la isla sur del país, famosa por sus maravillosos Sauvignon Blanc) y, en menor medida, de Central Otago (importante región en el centro sur de la misma isla de donde están saliendo varios Pinot Noir de clase mundial, según pude leer). Además, un pequeño porcentaje es criado durante 8 meses en barricas.

¿Con qué nos encontramos? Con un vino que tiene el típico color de la variedad y una nariz de intensidad alta donde la fruta roja marca clara presencia, aunque también aparecen sutiles y sugerentes toques ahumados y terrosos. En boca es seco, de cuerpo y taninos medios, con una acidez excelente y un final largo que enamora, donde vuelve a aparecer toda la fruta.

Mi jefe lo hizo de nuevo: me recomendó un vino muy interesante, exactamente en la línea de lo que estaba buscando. Me encantó, tanto que volverá a mi copa una y otra vez.

Como epílogo puedo decir que menos mal había comprado dos botellas, porque la velada se extendió, agradable, hasta altas horas. Lo que siguió, claro está, no debe ser parte de este relato.

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