Por Alejandro Sciscioli

Mi abuela materna era una persona muy sabia, además de cariñosa y extremadamente generosa. A esas maravillosas facetas de su personalidad las conocí muy bien, ya que este servidor, de niño, era el nieto favorito de entre 30 pequeños competidores. Tal vez, su único punto oscuro era la increíble facilidad con la que montaba en cólera, aunque nunca me tocó ser blanco de su furia, gracias a Dios.

Si bien falleció cuando yo no había cumplido los 10 años, la recuerdo perfectamente bien: siempre sonriente, leyendo una gran colección de novelas de Agatha Christie (que luego yo también leí con pasión), cocinando las milanesas más sabrosas del universo y, claro, hablándome también con un amor maternal que aún hoy me arrulla. Y entre los sabios consejos que mi querida y añorada Yaya me legó está una máxima universal que reza: “a su debido tiempo, todo llega”.

Y esas mismas palabras precisamente retornaron a mi mente cuando, en la cata que Parawine y García Hnos. organizaron conjuntamente en el Almacén del Plata a inicios de marzo, pude por fin degustar un vino que por diversos motivos hacía rato se me venía “escapando” de la copa.

Me refiero al Gauchezco Reserva Cabernet Sauvignon, en este caso de la cosecha 2012. Es que ya habíamos publicado en la web su llegada al mercado local como una novedad, junto con la de su hermano de línea, Gauchezco Reserva Petit Verdot, que pude sí disfruté en varias oportunidades.

Pero al Cabernet recién me lo estaban presentando. En el momento, tal como surge de lo publicado, el vino me gustó (clic acá para leer la crónica completa: http://parawine.com/detalle_contenido.php?id_contenido=761).

Y luego hubo varias reincidencias. Al reencontrarnos hubo oportunidad de entablar una conversación larga y afable y, como bien diría mi querido amigo Tito Caro, me tuteó de entrada. Nada de formalidades, nada de tanteos educados ni tratarnos de “usted”. Al primer sorbo surgió la complicidad que solo dos buenos amigos mantienen.

Se trata de un vino que sorprende si no se lo conoce, pero que se aprecia cuando se lo vuelve a degustar. Su color es de un profundo rojo rubí, brillante, con ribetes granate y lágrimas densas de caída lenta. En nariz, literalmente, explota con fruta negra, más algunos suaves dejos de chocolate, vainilla, especias y tomate asado. En boca es muy amigable: tiene buen cuerpo, taninos redondos y resulta sedoso, obsequia notas retronasales balsámicas y frutadas, mientras que su final es muy placentero.

Hubo que esperarlo, es verdad. Pero lo bueno es que luego de conocernos nos hicimos tan buenos amigos con este vino elaborado por la bodega argentina Gauchezco Vineyards, que seguimos encontrándonos seguido para conversar, porque se trata de un vino muy rico, franco en cuanto a lo que aprecia en la copa y, lo mejor de todo, es que ostenta una excelente relación entre precio y calidad, tal como ocurre con la mayoría de los productos de esta marca.