Por Daniel Fassardi

Para ser honesto, me enternece el modo en que el editor de esta página web busca a diestra y siniestra que yo deguste vinos blancos. No es ningún secreto mi predilección por los tintos y, de hecho, cada vez que tengo oportunidad le recuerdo mi fanatismo.

Sin embargo, con una paciencia que me asombra siempre asegura que “hay vida vitivinícola más allá de los tintos”. Y para asegurarse de que tiene razón me encarga degustar joyitas blancas que, no lo niego, son maravillosas.

Porque, claro, estoy loco pero no como vidrio: amo los tintos y cuando tengo la posibilidad de elegir mi predilección es evidente, pero si estoy ante un gran vino me saco el sombrero y apuro la copa para disfrutarlo plenamente.

Entonces, no me resultó nada extraño que, como obsequio de fin de año, este “periodista todólogo devenido en comunicador del vino”, como él mismo se cataloga en su perfil de Twitter, me enviara una botella de Champagne. Pero fue un “regalo con piolita”, ya que junto con la botella llegó el pedido del texto que ahora estoy redactando.

Así es, el amigo @CopaFeroz decidió redoblar la apuesta y me pone ante una copa plena de burbujas “made in France”.

La etiqueta en cuestión es una marca relativamente nueva en el mercado local, Lanson, una casa champañera francesa que está asentada en la zona de Reims y que en su etiqueta asegura tener una rica y burbujeante historia, con más de 250 años de vida. Para ser preciso, se trata de la línea Black Label Brut.

Este Champagne es elaborado con las tres variedades típicas: Chardonnay (35%), Pinot Noir (50%) y Pinot Meunier (15%).

LA DEGUSTACIÓN. Como siempre hago, le avisé a mi querida S. que tenía un nuevo artículo en vista y, como ya es habitual, ella me esperó en su casa. Para la ocasión me sorprendió con un sushi espectacular que, según me explicó, encargó a un tradicional restaurante japonés de Asunción.

Luego de enfriar al Lanson Black Laber Brut como se merece, lo descorchamos, lo servimos y lo disfrutamos sin culpa. ¿Qué me pareció? Un Champagne con personalidad, muy distinto a los que hasta ese momento había probado: su color es muy interesante, de un tono amarillo pajizo brillante con reflejos dorados, mientras que sus burbujas son muy finas y persistentes. Su nariz es intensa y elegante, con muchísima presencia de aromas a levadura y masa cruda de pan, más toques licorosos, a miel y frutos secos. En boca resulta muy vivaz y de buena acidez, mientras que en su largo y fresco final se perciben nuevamente las notas licorosas, pan tostado y frutos secos.

Al disfrutarlo me dio la impresión de que se trata de un espumante que, si bien puede beberse solo, la compañía de una comida le sentaría mucho mejor.

En pocas palabras, un Champagne que se merece ser disfrutado hasta la última gota.