Por Alejandro Sciscioli

A veces, el vino puede generar tanto entusiasmo que terminamos apasionándonos por una marca o etiqueta en particular. Eso fue precisamente lo que me ocurrió el pasado 28 de agosto al participar de una cena maridaje con vinos de la chilena TerraNoble, realizada en La Parisienne Bistró.

Además de ir acompañado por mi esposa, tuve el buen tino de invitar a mi buen amigo Mauricio Muñoz, chileno de pura cepa tan enamorado del vino como este servidor. Y tan buena fue la experiencia esa noche que, junto a la pasión vinera afloró la futbolera con un canto que resumió a la perfección los sentimientos que especialmente nos generó una de las etiquetas que llegó a las copas: “Olé, olé, olé, olé... Lahuén, Lahuén...”.

Y eso no fue todo. Los brindis posteriores nos llevaron a interpretar la siguiente versión: “Vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de TerraNoble, todos la copa vamo’a llenar”.

Claro, vale aclarar que no hicimos ninguna escena que diera pie a que nos echaran del local. De hecho, apenas compartimos en voz baja los cánticos con nuestros compañeros de mesa, que celebraron con algunas risas la ocurrencia.

Ese fue nuestro modo de rendir homenaje a una marca en general y a una etiqueta en particular que tienen mucho, pero mucho para decir en la copa y que ofrecen al consumidor una excepcional relación entre precio y calidad.

VAMOS POR PARTES. Como toda historia, esta tiene un inicio, ya que el canto tribunero fue el epílogo de una muy agradable velada.

Puntualmente llegamos al restaurante que tan diestramente dirige la pareja franco paraguaya conformada por Jean-Philippe Bierre y Bettina Torres. Tomamos asiento y nos aprestamos a vivir la experiencia.

Como gran acierto quisiera destacar que no fue necesario esperar a que todos los participantes llegaran. En la medida que los comensales lo solicitaban, la experiencia arrancaba para ellos: las copas eran servidas y los platos llegaban al tiempo para toda la mesa.

Otro aspecto interesante es que Claudia González, ejecutiva comercial de la viña encargada de dirigir la cena, dirigió unas pocas palabras a todo el grupo y, luego, se abocó a conversar individualmente con cada asistente, dando un agradable toque íntimo al encuentro.

Primeramente llegó a las copas el TerraNoble Reserva Chardonnay 2013, maridado con un muy rico “Surubí con salsa mousseline y finas hierbas”. ¿El vino? Muy interesante: de color amarillo leve, brillante y con ribetes verdosos, obsequia una nariz elegante con notas a fruta blanca (durazno), lichi, algo de manteca, más leves toques florales y herbáceos; entra en boca con ricas vivacidad, frescura y acidez y obsequia un final frutado.

Luego, la pasión se encendió en los corazones con Lahuén Azul 2009, ícono de la bodega cuyas uvas provienen íntegramente del famoso Valle de Colchagua. ¿El maridaje? Unos “Tournedos de lomito en reducción de salsa demi-glace servidos con papines, espinacas y zanahorias”. Se trata de un ensamblaje de Cabernet Sauvignon (80%), Carmenere (15%) y Syrah (5%) que posee un color rojo rubí muy profundo y brillante, con ribetes todavía violáceos. En nariz es intenso y complejo, con muy claras notas a fruta roja ya cocida, mermelada, especias, pimiento rojo y una atrapante nota mineral; en la medida que se abre aparecen notas tostadas. En boca es una gloria: la saluda con personalidad, se aprecian muy buen cuerpo y estructura; redondo y sin puntas, resulta algo picantito y los taninos que se aprecian no molestan; en el final, largo y agradable, surgen notas retronasales lácteas, fruta roja en compota y chocolate.

En pocas palabras: un gran vino que no puede faltar en tu copa. Y repito: su relación entre precio y calidad es inmejorable.

Vale aclarar que esta etiqueta tiene una segunda versión, Lahuén Rojo, elaborada sobre una columna vertebral de Carmenere, también con uvas provenientes de Colchagua. Lamentablemente no pudimos degustarla, aunque ese detalle seguramente muy pronto será subsanado.

En el final, si bien se bajó un escalón en cuanto a línea de vinos, el “match” logrado entre bebida y postre fue verdaderamente espectacular. A las copas llegó CA2 2011, un vino 100% Carmenere cuyas uvas son cultivadas en las regiones costeras de Colchagua, mientras que en los platos se sirvió un fantástico “Milhojas crocante de chocolate”. A la vista el vino se percibe de color rojo profundo (aunque no tanto como el anterior) y brillante, con ribetes granates. Su nariz, bastante intensa, es muy interesante: se aprecian notas a fruta roja fresca, cerezas en licor, especias, mentol, más suaves toques a chocolate. Entra a la boca con ricas frescura y acidez; posee buen cuerpo; es sedoso y redondo, y en el final aparecen toques balsámicos, herbáceos y a café.

Tras salir de La Parisienne y mientras nos subíamos al taxi, hubo consenso: queremos seguir conociendo los vinos de TerraNoble.