Por Alejandro Sciscioli

Hay momentos en los cuales uno, como periodista, da a Dios más gracias que las habituales por el trabajo que tiene. Es que, siendo sincero, tener la posibilidad de viajar y conocer in situ mundos tan apasionantes como las bodegas y las fincas donde se produce la materia prima para los maravillosos vinos que tomamos, es una verdadera bendición.
Recientemente tuve la posibilidad de ir una vez más a Mendoza, la provincia vitivinícola argentina por excelencia. Y allí pude conocer a fondo la filosofía y el sistema de trabajo de la Bodega Navarro Correas, operación vitivinícola de la gigante mundial Diageo.
Fue realmente un viaje enriquecedor, pues compartí muy buenos momentos, comentarios y vivencias con colegas de México, Colombia, Ecuador y Perú, todos apasionados por los placeres de la vid y de la vida.

CIELOS DE LUJO. Ni bien nos bajamos del avión fuimos a Luján de Cuyo. Y allí, entre bodegas y viñedos, está Entre Cielos, un hotel que abrió sus puertas en octubre del año pasado y que nació para que el huésped sea mimado del principio al fin de la estadía.
Sorteada la estricta seguridad de la entrada, un carrito de golf nos dio la bienvenida y nos llevó hasta la recepción, que está unos 50 metros dentro de la propiedad, colmada de verde. Hecho el chek-in, todo lo visto fue muy bello: las pocas y exclusivas habitaciones, en lugar de números, tienen los nombres de los descriptores aromáticos que es posible encontrar en un vino. Me tocó la habitación “Aceituna”, aunque también están los espacios “Ananá”, “Trufa” y “Hojas”, entre otras.
Seré breve sobre las comodidades del hotel (ya que este artículo es sobre vinos): cama amplia y muy cómoda, preciosa iluminación, maravillosa vista interna a la pileta del hotel, televisión plasma con acceso a Direct TV, aire acondicionado y calefacción, amplísimos espacios para el equipaje, sillones mullidos, tina para baños de inmersión, ducha vidriada con vista a un jardín interno, conexión a internet Wi-Fi exclusiva para cada habitación, más un vino cortesía de Navarro Correas y una tabla de quesos, embutidos y frutos secos nos dieron la bienvenida. Y el diseño, muy bello, con paredes en concreto crudo, resultó incluso inspirador.
Una asignatura pendiente fue realizar una sesión de cortesía del Hamam Spa que funciona en la casa, en un predio separado del hotel. Es que había mucho que escribir y muchas fotos que seleccionar. Sin dudas, la próxima vez me haré de tiempo para poder vivir los momentos que mis compañeros de periplo destacaron con efusividad.

MEGAESTRUCTURA. Pero no tuve mucho tiempo para maravillarme con el hotel, ya que apenas pude desempacar, ducharme, afeitarme y cambiarme para cumplir puntualmente con la primera actividad programada: recorrido por la bodega que Navarro Correas posee en la localidad de Godoy Cruz, cata vertical del vino ícono de la casa (Structura Ultra) y cena maridaje.
Fuimos recibidos por un personaje muy especial que despertó rápidamente mi atención. Su nombre es Gaspar Roby y desempeña el cargo de Director de Operaciones y Winemaking de Navarro Correas. Se trata de una persona muy conocida y con amplia reputación en el mundo del vino. En pocas palabras, los vinos de Navarro Correas llevan la firma profesional de de Roby, ya que él es quien encabeza un gran equipo enológico. También era guía del grupo Fabián Gardino, joven enólogo que tiene a su cargo el desarrollo de todos los vinos tintos de la casa.
La bodega de Godoy Cruz es una megaestructura con una capacidad de procesamiento de 5 millones de litros de vinos tranquilos y 2 millones de litros de espumantes. Todavía en plena vendimia, fue muy interesante ver cómo los operarios iban trabajando en los distintos aspectos de la producción. Al estar anocheciendo no pudimos observar la llegada de uva desde las fincas, aunque sí presenciamos las tareas rutinarias de la fermentación en los grandes tanques de acero inoxidable.
De una cosa sí estoy seguro, me resultó muy grato volver a sentir el maravilloso aroma que sale de una bodega en plena operación.
Otro aroma familiar me subyugó. Lo percibí cuando el grupo bajó a la cava subterránea y sala de barricas de la bodega, adonde nos recibieron las notas maderosas mezcladas con el claro olor del vino. Se trata de un sitio muy amplio, prolijo y bello, enclavado a unos 15 metros bajo tierra, adonde el equipo enológico de la casa realiza sus catas verticales, según comentó Roby. Por eso no sorprende la enorme cantidad de botellas prolijamente depositadas en la parte del salón donde nos esperaban, para una cata vertical, las añadas 2005,2006, 2007 y 2008 de Structura Ultra.
¿Qué me parecieron los vinos? Obras enológicas muy interesantes y esmeradas que hacen honor a su nombre, ya que poseen muy buena estructura, además de buen cuerpo y equilibrio entre fruta, acidez y madera. El detalle completo de lo percibido en cada vino será editado en otra entrega, para no extendernos demasiado en esta.
Antes de la cena los anfitriones sirvieron su siempre maravilloso Brut Rosé de Malbec, un espumante de burbujas muy persistentes que se van afinando en la medida que transcurren los segundos y que explota ya en nariz con maravillosas notas a frutillas y frambuesa. En boca resulta muy fresco, vivaz, con una deliciosa acidez y frutado. Un golazo del equipo enológico, sin dudas.
La cena se sirvió en un salón especial dentro del complejo. Un sitio muy amplio adonde todo estaba dispuesto. Para la ocasión, el chef Matías Podestá se lució con un suculento menú que fue acompañado a la perfección por Colección Privada Chardonnay 2011 (dorado suave, con ricas notas a frutos blancos en nariz y muy fresco en boca), más Colección Privada Pinot Noir 2010 y Colección Privada Malbec 2010 (ambos muy expresivos en nariz y muy bien equilibrados en boca). Sorprende especialmente el Pinot Noir por sus deliciosas notas dulzonas, que invitan a tomar más y más. Junto con el postre se sirvió el delicioso Colección Privada Tardío 2008.
La sobremesa se realizó el salón contiguo, acompañados por un grupo de cool jazz y varios productos top de Diageo, entre ellos Johnny Walker Blue, Green y Gold  Label.
Sin dudas, un modo espectacular de cerrar la primera noche.

EN AGRELO. Tras el desayuno en el hotel, fuimos llevados a las instalaciones en Agrelo, adonde Navarro Correas posee una finca de 40 hectáreas (mitad Cabernet Sauvignon, mitad Malbec). Construida en 2008, la planta cuenta con una capacidad para procesar un total de 4 millones de litros de vino, que pueden ser almacenados en 86 tanques que van de los 5 mil a los 30 mil litros, según explicó el enólogo Fernando Ravera, quien hizo de guía durante la visita en las instalaciones.
Fuimos recibidos por el agrónomo Mark Mayne, gerente de Viñedos, quien nos acompañó durante un recorrido en bicicleta entre los espalderos y explicó detalladamente los procesos de producción de la uva y los cuidados que se deben tener en el campo para que los enólogos tengan la mejor uva posible. Luego, en equipos de dos, cosechamos uvas Cabernet Sauvignon y realizamos nuestros propios blending de vinos cosecha 2010 que fueron sacados de las barricas de crianza para la actividad. Nos encontramos con botellas de Merlot, Malbec, Petit Verdot, Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon y las correspondientes probetas para las mezclas. El ejercicio resultó muy educativo y ayudó a comprender a todos la importancia de encontrar el equilibrio justo cuando se busca la identidad de un vino.
Inmediatamente se sirvió, en un ambiente relajado y al son de dos por cuatro propuesto por un muy buen grupo de tango, un aperitivo que bien pudo haber sido plato fuerte, acompañado de un espumante Brut y el Reserva Selección de Parcelas Chardonnay 2010. Grandes productos para una gran propuesta gastronómica.
Para el plato principal nos trasladamos al salón comedor, un sitio con amplísimos ventanales que permiten ver a Los Andes en todo su esplendor y magnificencia. Allí se nos explicó la composición de suelos de los lugares de donde provienen las uvas de los vinos Navarro Correas: San Carlos, Luján de Cuyo y Tunuyán.
Y hubo más vino: Reserva Selección de Parcelas Malbec 2009 y Reserva Selección de Parcelas Cabernet Sauvignon 2009. Ambos con 12 meses de crianza en barricas que tienen mucho para dar a quienes los prueben: excelente color, mucha fruta, especias en nariz y notas avainilladas, picantes y chocolatosas en boca. El Malbec me gustó especialmente, por sus taninos amables y dulzones y la explosiva fruta en nariz.
Hubo tarde libre de spa en el hotel, cortesía de los anfitriones, una experiencia que quedó pendiente debido a que este servidor prefirió invertir las horas libres en descansar luego del atracón, y sentarse a escribir luego.
Con el ánimo renovado, el grupo viajero se reunió para la cena, que se sirvió en el propio hotel. Los vinos: Alegoría Chardonnay 2009 en primera instancia y, luego, Alegoría Malbec 2008 y Alegoría Cabernet Sauvignon 2007. Otra vez nos topamos ante grandes vinos, elaborados con gran destreza por Roby y su equipo. Quedé particularmente impresionado con el Malbec, por su maravillosa expresión varietal, frutado y animal. Un vino que no puede faltar en tu copa. Junto con el postre llegó el Alegoría Tardío 2007, un vino dulce que no empalaga y que es muy expresivo.
Esta vez se encontraba todo el grupo enológico: Roby, Gardino, Ravera y Celia López, quien tiene a su cargo los vinos blancos y espumantes. Un gran aplauso para todos.
El cierre de la noche nuevamente fue “open bar”, y al son de música flamenca.

A BUENOS AIRES. La siguiente etapa de la experiencia propuesta por Navarro Correas consistió en “degustar” también la capital del vecino país. Así, de la capital del sol y el vino volamos a la sede mundial del tango, adonde muchas sorpresas nos esperaban.
La primera, el hotel. Su nombre, Jardín Escondido, tal vez no diga mucho. Pero si se señala que el propietario del hotel es nada menos que Francis Ford Coppola, la cosa cambia. Y sí, allí nos alojamos.
Se trata de una vieja casona reciclada ubicada en el barrio de Palermo, en una zona intermedia entre las La Cañitas y Palermo Hollywood. El sitio es muy íntimo, bello; y la atención es verdaderamente personalizada.
Pero poco tiempo tuvimos para disfrutar de las instalaciones, ya que inmediatamente fuimos al restaurante Local, con la presencia de Christophe Beau, Head of Executive Wine Group de Diageo, como anfitrión principal.
La comida, nuevamente, fue espectacular. Y los vinos, un lujo: nuevamente el Brut Rosé, Colección Privada Chardonnay 2010 y la sorpresa Colección Privada Edición Especial Bicentenario 2010 (en homenaje al histórico 25 de Mayo de 1810 argentino), un blend Cabernet Sauvignon Malbec que tiene mucho para dar a quien lo prueba: mucho color, excelente nariz con mucha fruta roja cocida y una gran boca, algo picantita, con notas a especias, pimienta y claros toques de vainilla y chocolate, mucha redondez. Otro gran producto.
Hubo tarde libre, aprovechada por todos para pasear y relizar compras varias.
A esta altura del viaje, y luego de tantas atenciones recibidas, creí que no sería posible que nos sorprendieran con algo más. Pero sí, realmente hubo otro toque que distinguió a nuestros anfitriones: fuimos a comer a Tegui, un coqueto restaurante capitaneado por el chef Germán Martitegui, quien se las ingenió para armar un lugar muy original.
Hubo un menú degustación de cinco pasos, maridados con el espumante Grand Cuvee y los vinos tranquilos Alegoría Chardonnay 2009, Alegoría Malbec 2008 y Alegoría Tardío. Una experiencia insuperable.
El broche de oro de la noche fue un show de tango en el Hotel Faena de Puerto Madero, donde al ritmo del dos por cuatro, en un ambiente bien porteño, los espumantes hicieron lo suyo para que los ánimos continúen festivos.

HASTA LA PRÓXIMA. “Todo tiene un final, todo termina”, reza con gran sabiduría la canción de Vox Dei. Así, las últimas actividades desarrolladas tras un espectacular desayuno en el hotel, fueron un city tour, mediante el cual pudimos descubrir aspectos inimaginables de la capital argentina y una visita guiada en el Teatro Colón, más deslumbrante que nunca tras su reciente restauración a nuevo.
Luego, almuerzo en la tradicional Cabaña Las Lilas, a pura carne argentina, y el brindis final, con la promesa de volver a encontrarnos ni bien sea posible, siempre con una copa en la mano celebrando la maravillosa oportunidad de hacer nuevos amigos, hermanado por un buen vino, en este caso de la Bodega Navarro Correas.