Por Alejandro Sciscioli

Es increíble el modo en que vuela el tiempo. La reflexión, poco original, por cierto, surge debido a que el encuentro sobre el que ahora escribo tuvo lugar el pasado 19 de noviembre. Y, la verdad, si bien ha pasado más de un mes entre ese instante y la publicación de estas líneas, lo concreto es que tengo la sensación de que ese almuerzo transcurrió ayer.

Llovía mucho, pero mucho sobre Asunción. El calor agobiante había dado paso a un poco de aire fresco, lo que daba algo de alivio a los agobiados habitantes de esta ciudad. Y, a pesar de las inclemencias del clima, se mantenía firme la intención de sentarnos a la mesa de Le Sommelier junto a dos queridos amigos.

Por eso, puntualmente llegué al restaurante para reencontrarme con el colega Beto Barsotti, gran conocedor de todo lo que tiene que ver con el buen comer y el mejor beber, y Rodrigo García, de la importadora García Hermanos, firma que importa los muy buenos vinos Gauchezco.

Para elegir qué comer, por supuesto que estuvimos muy bien asesorados por Miguel y Alfredo, los mozos estrella de la casa. Y luego hasta Eduardo Renault, el chef ejecutivo, nos regaló varios minutos de su precioso tiempo para saludarnos.

El descorche, claro está, tenía el nombre de Gauchezco, mientras que el apellido del vino elegido fue Reserva Petit Verdot 2012. Esta etiqueta, junto a Reserva Cabernet Sauvignon, son las novedades que los hermanos García incorporaron recientemente a su cartera de productos de la marca mendocina que representan con tanta pasión.

LARGA CHARLA. Entre anécdotas y temas variados, la conversación y los brindis se sucedieron ¡hasta casi las 5 de la tarde!

¿Con qué me encontré en la copa? Con una etiqueta muy adecuada para el correcto maridaje de esa situación particular: buenos amigos disfrutando de carne vacuna y un vino novedoso. A la vista presenta un color rojo rubí brillante, con ribetes violáceos y lágrimas densas de caída lenta. En nariz se percibe complejo, con interesantes notas a fruta negra, especias, u punto mineral y un dejo herbáceo. Entra en boca con ricas acidez, frescura y un cierto dulzor; en el final se perciben muy ricos dejos a fruta negra y una ligera traza a café.

Sin dudas, el vino estuvo a la altura del encuentro, la comida, la conversación y los amigos sentados a la mesa. Y como corresponde, quedó firme la promesa de una nueva reunión en cual degustaríamos el Reserva Cabernet. Cuando se concrete, aquí estaré nuevamente contando la experiencia.