Falleció en las últimas horas de este domingo la pintoresca Eugenia de Chikoff, la archiconocida experta en protocolo y ceremonial que supo visitar Paraguay para dictar una serie de clases magistrales.

Su visita al país se concretó durante el 2011, gracias a una invitación Luis Arroyo, referente nacional en los mismos temas que hicieron famosa a la “condesa Chikoff”, como era conocida.

Durante su estancia en Paraguay, nuestro colaborador Luis Fioretti conversó con ella y el contenido de esa charla fue una interesante entrevista publicada por la revista HC Gourmet, que transcribimos a continuación.

"En este año varias personalidades relacionadas con la gastronomía, el vino y las buenas costumbres visitaron nuestro país. Sin embargo, la figura de Eugenia de Chikoff, una de las máximas exponentes de protocolo en el mundo, sobresale de entre todas las personalidades que han pisado en este 2011 la tierra guaraní. Distinguida, diplomática al extremo, simpática, locuaz y de refinada educación, esta experta en el arte de las buenas costumbres ofreció dos conferencias en Paraguay, los días 11 y 12 de mayo en el Granados Park Hotel de Asunción.

Fue un placer poder conocerla, especialmente después de investigar en internet su extensa hoja de vida. Y más gratificante fue poder concretar la entrevista.

Lo primero que llama la atención es su acento al hablar el castellano: presenta matices rioplatenses, franceses y, por sobre todo, alemán. Es que, aunque nació en Argentina, fue criada en Alsacia, la Francia emparentada a Alemania, adonde llegó junto a su familia a los 3 años. Estudió en Francia, Inglaterra y Alemania, conociendo 12 idiomas. A los 21 años retornó a “su terruño”, como habla de la Argentina, para siempre.

Otro detalle notable es que Eugenia de Chikoff es una mujer que pertenece a la nobleza europea: posee el título de Condesa, aunque en ese aspecto ella es muy modesta y prefiere que se la llame señorita Chikoff o, simplemente, Eugenia.

Su llegada al mundo protocolar se dio naturalmente, debido a la positiva influencia de su padre. Este, quien fuera antes de la revolución rusa de 1917 el Conde Juan Eugenio de Chikoff, arribó a la Argentina, observándola como una tierra con mucho para dar. Por ello, estableció su escuela de protocolo “Cultura Social, Buenos Modales y Cortesía”. Enseñó en los círculos castrenses argentinos, e incluso ayudó a elaborar el Protocolo Nacional con el Presidente Alvear en 1928.

Entre sus alumnos destacan el presidente Juan Domingo Perón y su recordada esposa Evita.

Eugenia habla de su padre como, “un hombre hermoso, de vasta cultura, nacido en un país exótico, la Rusia milenaria, con sus zares y sus costumbres exóticas”.

Heredera culta, se siente segura al atender las inquietudes que sus alumnos proponen en el Centro de Estudios Técnicos Administrativos Empresariales de Buenos Aires, donde enseña Protocolo y Ceremonial. Su visita a Paraguay fue obra de un destacado alumno suyo, Luis Arroyo Pérez, quien encabeza la Escuela de Etiqueta, aquí en Asunción.

PROHIBIDO PISAR LAS FLORES. Conversar con esta experta fue, antes que una entrevista, una clase de protocolo. “Las costumbres protocolares se remontan a unos 250 años. Francia las inventó, e inventó también los cubiertos, ya que antes se comía con la mano”, afirma la señorita Chikoff.

La etiqueta nace con Luis XIV de Francia, el “Rey Sol”. Más precisamente con uno de sus jardineros, quien reclamó al rey sobre la mala educación de la nobleza, cual al salir del palacio de Versalles, arruinaban las flores. Solicitó al rey le permitiera poner una etiqueta que dijese “Prohibido pisar las flores”. A Luis XIV le pareció  muy simpática la palabra “etiqueta”, y desde entonces, para las reglas protocolares de la corte impuso el término.

Pero la Etiqueta es más bien para la nobleza, un reglamento para la corte real o imperial. Hoy en día no existe propiamente la etiqueta, sino el protocolo, constituido de reglas que pertenecen a la alta sociedad, a los empresarios, es decir, más bien a la vida popular. Según Eugenia, en el fondo son reglas de urbanidad: “Estas enseñan a vivir correctamente, a enaltecer las virtudes”, agrega.

UNA CUESTIÓN DE RESPETO. Ante todo, Eugenia de Chikoff declara que no existen seres superiores ni inferiores por nacimiento; lo que diferencia entre unos de otros es la educación y la instrucción, claves que dependen de uno mismo. “Hay bibliotecas, libros, conferencias, academias”, recuerda. “Todos somos hermanos”, con la implícita exhortación a buscar ayudar a que se propague la necesidad de aprender buenos modales y cortesía. “Porque esta es la llave para transitar el planeta como una persona y no como un mono pensante. La educación cuesta, pero es posible; la clave  es querer, y querer es poder”, afirma.

Los primeros pasos en el mundo protocolar se dan en el hogar. Eugenia llama esto “protocolo familiar”. La madre enseña las primeras reglas de cortesía, el decir “buenos días”, “buenas tardes”, “por favor”, “gracias”. Esta maestra afirma: “yo voy desarrollando a posteriori, voy agregando pinceladas a lo que la mamá no tuvo oportunidad de enseñar, pero ella es la que pone la primera semilla en el niño”.

“El protocolo es el respeto caminante”. Radica en los buenos modales, las virtudes del alma, la generosidad, la bondad, todo eso forma parte de la esencia del respeto. “Respetar al otro es respetarse a sí mismo, allí empieza el protocolo”, subraya.

LLAVES. De hecho, el protocolo bien empleado permite conocer el uso de determinadas llaves que abren puertas. ¿Cuáles? Destaca la puntualidad “más que nada”, la expresión externa, saber saludar y oír “tres palabras que nadie escucha: dar la mano”, y no tomar posesión de la mano del otro.

También menciona aprender a decir “sí” y “no” sin mover la cabeza. “Los latinos somos vehementes, la vehemencia hace que el organismo entre en movimiento. Para dominar al otro hay que dominar la inercia”. Recuerda palabras de Lao Tsé, el filosofo más grande de china, del 600 AC: “si manejas la inercia hipnotizas al prójimo y lo dominas”. La inercia es el no movimiento, en este caso, hablar sin el gesto, sino con la voz. “El gesto es necesario, pero para el teatro, no para la vida común; esta es registro de la voz”, afirma.

Hoy en día está de moda transformar el idioma, acortar las palabras, o decir groserías, y “todo esto no ayuda a ser un señor”. Por ejemplo, sobre la costumbre de escribir cartas usando “Sr”, Eugenia responde “noooo mi amigo, ¿sabe qué difícil es ser un señor, una dama?, entonces lo guillotinan con “Sr”. O un doctor, ¿sabe cuánto cuesta a un pobre padre de familia que quiere que su hijo sea ingeniero o médico? Y viene alguien y pone en la carta “Dr” en vez de Doctor”. Propone, entonces, dejar las cosas en su sitio, de lo contrario “derrumbamos el más hermoso idioma del mundo después del chino, que es el castellano”, opina.

Define la tendencia actual en protocolo como la búsqueda de su derrumbe. Por ello, desea formar muchos profesionales para evitar esta caída. Sin reglas, el hombre es nadie, entra en el caos, afirma: “¿Cómo puede trabajar si es caótico? No sirve, hunde a la empresa, la que funciona gracias al reloj: con una entrada puntual, la empresa progresa; progresa la empresa y usted progresa a la par”.

Invita tener altos ideales, proponerse una cosa y tratar de concretarla. Ve a la vida como una escalera de muchos peldaños.

Está claro que el protocolo, más que una serie de reglas que permiten ordenar el curso de determinadas situaciones, es también un estilo de vida. Y la condesa Eugenia de Chikoff es una de sus máximas cultoras.

PARA RECORDAR
- En una reunión donde conocemos poca gente, la sabiduría es  manejar el silencio: escuchar bien, y siempre tener dibujada una sonrisa tipo Gioconda; nunca reírse a carcajadas porque es vulgar.
- En la mesa hay que manejar la sencillez: hablar con la boca abierta; no hablar cuando se come; mantener la boca cerrada al comer. Observar si alguien en la mesa sabe comer bien y tratar de imitarlo, “porque se aprende mucho al saber observar”, dice Eugenia.
- Una copa no se toma por el tallo: corresponde la parte superior; los dedos cerrados, nunca “perder” el meñique o dejarlo en el aire, porque “es cursi”. (N. de la R. los expertos en temas de vinos, pese a todo, sugieren tomar las copas por el tallo para evitar que la bebida se caliente).
- Una empanada se come con las manos: “con tenedor y cuchillo, es de nuevo rico”. ¿Los sándwiches? Únicamente con las manos, no con tenedor y cuchillo, por el mismo motivo.
- No confundir un plato con un barco colocando los cubiertos como si fueran remos: “un cubierto levantado del mantel, no lo puede volver a tocar, queda en el plato”.
- No chocar las copas: “Antaño, el Rey tenía cáliz de oro y piedras preciosas, la corte de oro, la clase media de plata, el pueblo de peltre, de estaño. Chocarlas era normal, a lo sumo se abollaban. Con el tiempo se reemplazaron por el frágil cristal, y chocar copas de cristal es peligroso porque pueden romperse. Lo que corresponde es alzar la copa a la altura de la frente y sonreír al otro sin decir nada”.