Por Alejandro Sciscioli

La idea era simple. Viajar por tierra con mi esposa hasta la ciudad de Salta, capital de la provincia argentina del mismo nombre, y hacer cuatro noches allí. Ir luego a Cafayate y quedarnos otras cuatro noches, para finalmente retornar a Asunción, haciendo una última parada para dormir en algún sitio que nos cautive. La idea era descansar y desenchufarnos algunos días para vacacionar tranquilamente. La idea inicial era simple, pero la experiencia resultó tan, pero tan bella, que finalmente decidí dejar de lado los planes de reposo, tomar apuntes, muchas fotos y transformar las vivencias en este artículo.

Todo comenzó el 9 de febrero último, bien tempranito por la mañana. Cargamos el auto con las maletas, los dispositivos con los mapas que íbamos a necesitar, el tanque con combustible y partimos hacia un periplo que terminó resultando encantador.

Por la hora resultó fácil llegar a la frontera y, debido al mismo motivo, los trámites se solucionaron rápido. Ya en la ruta nos dimos cuenta del poco tráfico. Y alegremente fuimos avanzando por interminables rectas y algunos sectores con tremendos baches (todos señalizados, eso sí), al tiempo que veíamos con satisfacción que el plan de viaje se seguía al pie de la letra.

Ya en territorio salteño la ruta se cargó, pero por el buen tiempo logrado anteriormente pudimos estacionar mucho antes de que comience a anochecer en el Hotel Solar de la Plaza, un establecimiento con bella decoración colonial, de ambientes muy amplios y cálidos y que cuenta con un personal muy atento y cordial. La experiencia allí fue realmente muy buena. Un sitio al que volveríamos sin dudar.



CAZADORES DE EXPERIENCIAS. La ciudad hace honor a su apodo de “La Linda”. En especial cuando se va ingresando a ella. En muchos sitios pareciera haberse quedado en el tiempo, con su hermosa arquitectura colonial. Pero eso no significa que no tenga infraestructura. Cuenta con avenidas anchas y autopistas, así como rápidos accesos y salidas a la ciudad.

Además de los sitios históricos, por supuesto salimos a pescar experiencias en forma de comida y bebida. 

Logramos particular éxito en la pizzería Napoleón, donde se cocina a la piedra y se da cátedra sobre lo que debe ser una masa de pizza fina y crocante, pero no quemada. Una enorme experiencia. 

Antes de continuar, una aclaración para el lector que seguro se está preguntando sobre las famosas empanadas salteñas. Son pequeñas, se cocinan al horno, en su relleno hay papa y, sí, son exquisitas.

Y precisamente nos enamoramos de las empanadas salteñas que probamos en La Criollita, un sitio donde también son increíbles sus humitas (pasta o masa de maíz levemente sazonada, envuelta y cocida en sus propias hojas, también conocidas como chala).



Especialmente pintoresca resulta la calle Balcarce, donde se asienta una enorme cantidad de restaurantes tradicionales que ofrecen peñas y shows folclóricos.

Por esa zona se encuentra el restaurante José Balcarce, que se merece un párrafo especial. Es un sitio donde se busca y se logra dar una “vuelta de tuerca” gourmet a los insumos regionales. Se sirven platos con quínoa, carne de llama, kiwicha, papines y trigo andino, así como los típicos dulces regionales acompañados con nueces. Las camareras hablan fluidamente el inglés, los tiempos de servicio son perfectos, el personal resulta muy eficiente y, lo mejor de todo, lo que llegó a nuestros platos superó ampliamente las expectativas. ¿Qué comimos? Carne de llama guisada, acompañada de trigo andino y papines; empanadas de carne cortada a cuchillo, al estilo salteño; roast beef de cerdo a la cerveza negra; y hamburguesa de cordero. ¿El vino? Bodega Tacuil RD Malbec Cabernet, vino salteño de departamento de Molinos, sin crianza en madera, que nos agradó muchísimo.



CURVAS Y CONTRACURVAS. Llegado el momento de partir a Cafayate, nuevamente salimos temprano a la ruta en un día que pintaba muy nublado pero terminó a pleno sol. Atravesamos varios pueblos para luego adentrarnos en un camino que atraviesa un hermoso accidente natural conocido como Quebrada de las Conchas, ya que es posible hallar fósiles marinos debido a que millones de años atrás esa franja de tierra estuvo sumergida bajo el mar.

Es una ruta con muchísimas curvas y contracurvas, que bordea un río y atraviesa un increíblemente bello cordón montañoso (no olvidar que esas elevaciones son parte de la majestuosa Cordillera de los Andes). Pero para nada resulta peligroso atravesarla ya que los tramos de montaña son muy breves. 

Sí resulta un placer para el viajero realizar diversas paradas para empaparse del entorno, muy pacífico, tomar fotos e ir conociendo diversos accidentes naturales que, a raíz de la erosión, tomaron diversas formas y que el ingenio popular fue bautizando con distintos nombres. Así, para llegar a Cafayate hay que atravesar El Obelisco, Las Ventanas, Los Colorados, Los Castillos, El Sapo,  Mirador Tres Cruces y El Anfiteatro, entre otros sitios de interés.

Antes de llegar al pueblo y hacer check in en el hotel, desviamos hacia Bodega Piatelli, donde teníamos reserva para almorzar. El sitio es hermoso, el servicio muy bueno, los vinos muy interesantes y la comida excelente. ¡Qué más se puede pedir! Tomamos el menú degustación de cinco pasos, que inicia con una pasta de garbanzo con alcauciles, sigue con un plato a base de remolachas, cebollas moradas y queso de cabra, continúa con unas increíbles mollejas a la plancha con miel de caña, prosigue con una deliciosa costilla vacuna con salsa de Malbec y finaliza con un trifle de frutos rojos. Hubo un espumoso de método tradicional a base de Pinot Noir servido como copa de bienvenida, y cada paso llegó con sus respectivos maridajes. Quedamos especialmente entusiasmados con el Piatelli Gran Reserva Malbec.

Luego del café y de las compras de rigor, con el estómago lleno y el corazón contento, nos dirigimos al pueblo.

PUEBLO CHICO, CORAZÓN GRANDE. Cafayate es de verdad un pueblo pequeño. Tiene unas pocas manzanas y, como debe ser, alrededor de la plaza principal se aglutina todo lo interesante. Pero como tiene una infraestructura turística muy bien desarrollada, nos encontramos allí con hoteles, restaurantes, tiendas de todo tipo y una muy interesante cantidad de bodegas.

Tanto en la ciudad como en sus alrededores hay algunas casas de vinos que vale la pena visitar. ¿Algunos nombres? San Pedro de Yacuchuya, Quara, El Esteco y la ya mencionada Piatelli están muy cerca, mientras que El Porvenir, Domingo Hermanos y Nanni, entre otras, están en pleno casco urbano.



CON LUCÍA Y PACO. Tuvimos el placer de visitar El Porvenir, donde fuimos recibidos por su propietaria, Lucía Romero, y el enólogo Francisco “Paco” Puga, un mendocino que lleva casi dos décadas viviendo y haciendo vino en la zona. Sin dudas, toda una autoridad en lo que hace a vinos salteños. 

Por supuesto que recorrimos las instalaciones de la bodega, sala de barricas y los bellísimos patios interiores y, posteriormente, lo mejor llegó con la degustación: nos llevaron por un recorrido de vinos elaborados en las distintas fincas de la bodega y, también, pudimos probar algunos vinos en crianza, sacados de barrica. ¡Un privilegio!

La experiencia inició con Laborum Rosado de Malbec 2017 (Single Vineyard Finca Río Seco), de color, aroma y boca elegantes, fresco y muy fácil de beber. A continuación me enamoré de un Torrontés 2017 single vineyard fermentado en barrica, de la línea Laborum (de la Finca El Retiro). Es complejo y aromático en nariz, con cuerpo y untuosidad en boca. Un vino que tiene todo lo necesario para matar de amor a los paladares.

Luego llegaron el muy rico Amauta Corte I Inspiración 2017 Malbec Cabernet Syrah y los ya conocidos Laborum Malbec 2016 Single Vineyard Finca Río Seco y Laborum Syrah 2016 Single Vineyard Finca Río Seco.

En este punto es preciso destacar que los vinos de Laborum son elaborados a partir de uvas cultivadas en cuatro distintos terruños de la zona de Cafayate, con distintos perfiles de suelo y ubicados a distintas alturas: Finca Altos Los Cardones (1.750 msnm, con sistema de conducción de espaldero alto), Finca Río Seco (1.700 msnm, con sistema de conducción de espaldero alto), Finca El Retiro (1.650 msnm, con sistema de conducción en parral) y Finca Alto Los Cuises (1.850 msnm, con sistema de poda en vaso). Por ello en cada etiqueta se verá el nombre del viñedo de donde provienen las uvas con las cuales se elaboró ese vino.

La visita terminó en una residencia donde reciben a invitados, adentro de la Finca El Retiro (al ladito del pueblo de Cafayate), degustando el mismo rosado de Malbec que habíamos catado momentos antes, disfrutando unas impresionantes empanadas preparadas por doña Carmen, la casera y observando el pacífico paisaje montañoso en un silencioso entorno lleno de vides. 



MÁS VINO, CON UN APELLIDO ILUSTRE. También nos escapamos a Bodega Etchart, que está terminando de cambiar toda su comunicación a la marca Cafayate. En breve en Paraguay tendremos las nuevas etiquetas. 

Primero, el agrónomo Jorge Romero nos hizo un concienzudo recorrido por diversos viñedos, brindado muy específicos datos técnicos. También tuvimos el privilegio de ver máquinas cosechadoras en pleno trabajo, vendimiando cepas de Torrontés plantadas en sistema de espaldero y parral. Y claro que también pudimos contemplar el aceitado trabajo humano de quienes hacen la dura tarea de la cosecha manual.

Luego, Carlos Quiroga, del equipo enólogico, hizo de perfecto guía llevándonos por toda la estructura de la enorme bodega, haciéndonos probar mostos, vinos en fermentación, en estabilización y también de barricas. ¡Todo un privilegio!

Finalmente, la degustación tuvo lugar en una casa de huéspedes que se llama La Escondida, que se encuentra muy cerca de la bodega, perdida entre viñedos.

Cinco vinazos llegaron a las copas: los elegantes Cafayate Torrontés 2017 y Cafayate Gran Linaje Torrontés 2016, más los excelentes tintos Cafayate Gran Linaje Malbec 2017, Cafayate Gran Linaje Cabernet Sauvignon 2015 y la joya de la casa, Arnaldo B., ícono de la bodega, ensamblaje de 70% Malbec, 25% Cabernet Sauvignon y 5% Tannat. ¡Excelente!



UNOS HERMANOS NO TAN MALOS. “No pueden irse de Cafayate sin comer en Bad Brothers”. Así de claro fue el consejo. Así de contundente. Y como a la persona que nos brindó la recomendación, el propietario del hotel donde estábamos alojándonos, no se le movió ni un pelo, decidimos hacerle caso y llegar al sitio el mediodía previo a nuestro retorno a Asunción, y sin reserva. 

El día estaba muy nublado y amenazaba con una lluvia. Y si bien apenas cayeron dos o tres gotas, el cielo continuó muy encapotado. Entramos a Bad Brothers bien pasada la una de la tarde, y sin embargo nos recibieron con la mejor sonrisa y nos invitaron a sentarnos en la mesa que más nos guste.

Lo que primeramente llama la atención es el nombre, que traducido del inglés nos refiere a unos malos hermanos. Por ello, ni bien el camarero se acercó a la mesa preguntamos sobre ese pequeño gran detalle. Así nos enteramos de que la palabra BAD está conformada por las iniciales de los tres fundadores del proyecto, uno estadounidense, otro canadiense y el tercero un enólogo y sommelier argentino.

Estos hermanos de la vida, apasionados por el noble fruto de la vid, decidieron emprender Bad Brothers Wine Experience en pleno Cafayate, elaborando sus propios vinos y acompañándolos por tapas de autor, pequeños platos creados para componer el maridaje perfecto para cada etiqueta.

Si bien el equipo de servicio está muy bien entrenado en cuanto a las sugerencias para combinaciones entre comidas y vinos, ¡primero hay que decidir qué ordenar! Algo difícil teniendo en cuenta que las opciones suenan todas muy tentadoras.

Hay empanadas, ensaladas, brusquetas, macarrones con queso, mini cheese burgers, bastones de pollo rebozados y fritos, risotto de langostinos, más carnes varias elaboradas en distintas cocciones.  Pero siempre aclarando que las porciones son pequeñas, ideales para un tapeo, y que en todos los casos el giro gourmet está presente en la forma de presentaciones elegantes, texturas esmeradas y excelentes sabores.

En cuanto a los vinos hay numerosas opciones que van desde ordenar una botella completa, una copa o bien flyers de degustación que incluyen varias combinaciones. Los vinos de la carta son los elaborados por los Brothers, por supuesto.

Decidimos ordenar un dúo de empanadas para el inicio, una de carne y otra de queso, el risotto y la mini cheese burger.

Para beber elegimos el ensamblaje blanco ToVio (75% Torrontés y 25% Viognier) y el ensamblaje tinto Loco Lindo, compuesto de 75% Malbec y 25% Cabernet Sauvignon. Ambos muy buenos, complejos, elegantes y sensuales.

A pesar de las porciones pequeñas comimos muy bien. Tanto que era imposible llegar al postre. Por ello, ordenamos infusiones y, ¡oh sorpresa!, éstas llegaron acompañadas de unos bombones con cobertura de chocolate amargo y alma de trufa de chocolate, más una salsa de frutos rojos. Incomparables sabores para finalizar un almuerzo delicioso e inesperado.



MÁS RECOMENDACIONES. Para no extender demasiado esta crónica, van las siguientes recomendaciones para quien viaja al encantador pueblo de Cafayate. Primero, probar las distintas variedades de la cerveza artesanal regional Me Echó la Burra, todas de estilo belga, con gran cuerpo y alto alcohol.

También conviene visitar La Cafayateña, justo frente a la plaza, para probar sus cervezas artesanales (solo las cervezas, mejor comer en otros sitios).

No olviden almorzar en La Estancia de Cafayate Wine & Golf para disfrutar de una buena cocina y unos paisajes de ensueño, así como tampoco conviene dejar pasar la oportunidad de visitar el Museo de la Vid y el Vino.

El viajero tampoco puede dejar de probar los dulces regionales, hechos a base de higos, cayote, nueces y otros insumos propios de la zona.

Para la vuelta decidimos ir de Cafayate a la ciudad de Jujuy y hacer noche allí, para luego retornar a Asunción por las mismas rutas por donde habíamos venido. Nos encontramos con una ciudad que nos pareció más moderna que Salta, pero igual de encantadora. 

La vuelta fue tan tranquila como la ida. Nos topamos con las mismas rectas, los mismos baches y los mismos camiones cigüeña con chapa paraguaya yendo y viniendo de Iquique.

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