Por Daniel Fassardi

Hace muy poco me quejaba en este mismo espacio por los intensos calores que solemos experimentar en pleno “invierno”, palabra que pongo entre comillas para relativizar aún más una estación del año en la que, al menos, los termómetros no deberían registrar temperaturas como las vividas recientemente. 

También en ese mismo material hablaba que, como optimista empedernido, le busco el lado positivo a todo. Por ello, veo esta coyuntura climática como la oportunidad ideal para seguir probando vinos blancos que me seduzcan.

Y en ese tren hedónico de encontrar etiquetas interesantes, se me ocurrió que también podría buscar algo que tenga buena relación entre precio y calidad. 

Tomé entonces el celular e intercambié algunos mensajes con mi amiga S., inseparable cómplice de catas y degustaciones, quien escribió “dejá todo en mis manos”, cosa que literalmente hizo: a la hora señalada llegó a mi departamento con el novedoso Felino Chardonnay, más una generosa ración de empanadas hechas por sus santas manos, todas rellenas con quesos varios e insumos que en teoría combinarían bien con el vino.

Felino es la línea básica de la bodega argentina Viña Cobos, fundada y dirigida por el célebre flying winemaker Paul Hobbs. Pero a no engañarnos, para esta casa de vinos nada es básico y todo apunta a la apasionada búsqueda de gran calidad.  Ello significa que desde el viñedo a la botella todo está planificado en lograr que la vara siempre quede bien alta, detalle que pudimos constatar tras el descorche.

Nos encontramos con un vino de color dorado pálido, muy brillante. En nariz presenta una intensidad media, pero en la medida que se agita la copa los aromas aparecen con más fuerza: se perciben notas a durazno, un toque cítrico, algo de banana y manteca y seductores puntos a frutos secos. En boca es seco, de buena acidez y cuerpo importante, llena muy bien la boca y obsequia un final largo y casi lujurioso, en el que aparecen retrogustos frutales (todo lo descripto en nariz, también piña) y a pan tostado y frutos secos. Quedé encantado.

Como siempre hago, busqué más datos en la web de la bodega y me sorprendí al leer algunos detalles: es elaborado con uvas 100% Chardonnay cultivadas en las zonas de Luján de Cuyo y Valle de Uco (Tupungato y San Carlos), su fermentación alcohólica se realiza con levaduras indígenas y la maloláctica ocurre con bacterias indígenas, mientras que permanece 6 meses sobre borras para su ¬finalización. Y lo mejor de todo: nada de crianza en madera. ¡Ah! Su precio, dependiendo el punto de venta, puede oscilar entre los G. 130 y 140 mil. Un precio increíble para tanta calidad.

Afortunadamente, mi amiga trajo una segunda botella, que conveniente enfriada nos permitió continuar la velada hasta altas horas, siempre compartiendo las charlas más interesantes.

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