Por Alejandro Sciscioli

Hay vinos que se merecen todo lo bueno que se pueda hablar de ellos. Y claro, hay de los otros. Por norma, siempre prefiero hablar públicamente de los vinos que son de mi agrado, aunque entre los íntimos no escatimo sinceridad si se me pide una opinión.
Hace unas pocas tardes atrás me encontraba tranquilamente sentado en un bar de la zona de Villa Morra, tomando mi habitual café negro doble, con un tostado de queso en pan árabe y agua mineral con gas. Como corresponde, también en la mesa estaba mi notebook encendida y el procesador de textos abierto, recibiendo una andanada de letras que iban transformándose en el texto que hoy iba a parecer en este espacio.
Mi intención era escribir sobre otro vino y otra anécdota, pero ocurrió algo que me hizo cambiar de opinión. Recibí el llamado de mi querido amigo Mauricio, el mismo chileno de ley que he mencionado varias veces, preguntándome mi ipinión sincera sobre un vino que yo no había tenido la suerte de probar aún. Lo concreto es que, hecha la aclaración de mi ignorancia sobre el tema, seguimos conversando de nuestro tema predilecto, los vinos.
La conversación, nuevamente, llegó a su bodega favorita, Cousiño Macul, y a la etiqueta que él más aprecia dentro del portfolio de la empresa chilena, Don Luis, un vino que tiene mucho para contar y que es especialmente destacable si nos detenemos a observar que se encuentra en el rango de precio de los G. 40.000.
Mi amigo me comentó que la noche anterior había descorchado un Don Luis Carmenere y me dijo que quedó muy bien impresionado con el producto. Tanto, que ese día iría a comprar un par de cajas.
Demás está decir que, aún cuando Don Luis y yo somos viejos conocidos, opté por borrar todo lo escrito, pagar la cuenta, ir al supermercado, comprar una botella, degustar, y sentarme nuevamente a escribir.

PRIMERA IMPRESIÓN. En la copa me encontré con un vivaz vino de color rojo rubí bien profundo (algo típico en el Carmenere) con ribetes púrpura. En nariz se notan aromas frutados, algo de pimienta, frutos secos y locote verde, que hacen a este vino interesante. En boca se sienten sabores a ciruela y una rica acidez. Por su frescura imagino a este vino acompañando carnes rojas magras, pollo asado o una pasta sin relleno con una salsa roja poco especiada.

CHARLA Y MÁS CHARLA. Al terminar la copa, mi primera reacción fue llamar a Mauricio para continuar la conversación de esa tarde. Lo felicité por haber dado en el clavo una vez más y hasta lo invité a escribir en estéreo una próxima columna. Me prometió que lo pensaría, aunque personalmente creo que él prefiere seguir dándome temas antes que sentarse a teclear.
Por mi parte le comenté que ya había tomado este vino y, de hecho, tuve algunas botellitas guardadas, que fueropn descorchadas en el momento oportuno.
Sin embargo, me sorprendí al reencontrar en la copa a este noble hijo de Chile. Y la sorprensa fue tan buena que sentí como si fuera la primera vez que lo había visto, olido y bebido.

(Artículo publicado en la página 38 del diario Última Hora de Asunción el día 19/11/11)