Por Daniel Fassardi

Me considero un tipo curioso. Cada vez que me encuentro ante algo desconocido, mi primera reacción es prestar una atención especial y lograr que esa necesidad de conocimiento extra sea saciada. Y claro, cuando me topo ante una comida nueva o un vino todavía inexplorado, esa curiosidad se dispara más aún.
No hace mucho, cuando los calores estivales nos derretían desde los huesos hasta las ideas, esa particular faceta de mi personalidad se disparó. Sucede que un amigo muy querido, editor de este portal, me comentó que había degustado en una cata un Sauvignon Blanc chileno que le había dejado una impresión muy buena. Sin dejarlo revelar el nombre, disparé los nombres de algunas etiquetas conocidas por mi paladar, pero no, no se trataba de ninguna de ellas.
Me rendí y le permití continuar. Me explicó que se trataba del Amaral Sauvignon Blanc 2010, un ejemplar de la Viña MontGras que está llegando al país desde no hace mucho tiempo.
Me contó que la procedencia es el Valle de San Antonio, un terroir costero que se encuentra en Leyda. Tal condición geográfica es óptima para el cultivo de vides de clima frío, entre ellas, claro, el Sauvigon Blanc.
La curiosidad mató al gato, reza el refrán. Yo bien podría decir que la curiosidad enogastronómica me liquida la billetera (pero me deja el corazón contento, eso sí). Entonces, sin pensarlo dos veces, salí a buscar ese vino que repentinamente se me hizo imperioso conocer.
Lo encontré, lo compré, lo llevé a casa y llamé a un par de amigos, curiosos de la vida, para que me acompañen.
¿Con qué nos encontramos? Con un vino de color amarillo suave y brillante que, en nariz, explota con claras notas a fruta blanca (manzana, piña), frutas cítricas (especialmente pomelo), más un toque herbáceo y mineral. En boca, todos coincidimos en que tiene muy buen equilibrio entre frescura y acidez. Entra muy bien al paladar y posee una muy ligera efervescencia, lo que denota una juventud pujante a pesar de su año de cosecha.
Acompañamos el experimento sensorial con un par de bandejitas de sushi que trajimos de la confitería Hidalgo, donde hacen un buen producto a pesar de que los dueños de casa son coreanos.
¿La conclusión? En pocas palabras: morimos de placer ante un gran ejemplar de Sauvignon Blanc made in Chile, un país que produce excelentes vinos de esta cepa. Si no lo probaste, permitile a tu curiosidad que, al menos por una vez, te gane la pulseada y hagas una compra de la cual no vas a arrepentirte. Ese vino se merece estar en tu copa.