Por Alejandro Sciscioli

En la historia del jazz, enormes trompetistas han dejado marcada su huella, mientras que otros recorren camino propio ganando seguidores y fans. Imposible olvidar a Luois Armstrong, Miles Davis, Dizzy Gillespie y Chet Baker, entre los ya fallecidos, y a otros vigentes como Wynton Marsalis o el ascendente Rick Braun, entre tantísimos buenos exponentes del género.
Los mencionados (y los muchísimos omitidos) son enormes intérpretes de un instrumento que enamora desde sus sonidos, que pueden ser estridentes, bellos y sensuales al mismo tiempo, pero que jamás pasan desapercibidos.
De todos estos músicos me acordé y en los detalles indicados más arriba reparé cuando, esta misma semana, estaba descorchando un vino que tiene mucho en común con el jazz y con ese fantástico instrumento de viento. Me refiero a Trumpeter (palabra que en inglés significa trompetista), un producto elaborado por la reconocida bodega argentina La Rural, responsable también de la consagrada gama Rutini.
El motivo del descorche, como es habitual, tenía una razón social: asado, buenos amigos y un vino que sirva para “ligar” los ingredientes, como bien podría indicar un cocinero repasando una receta. Y en el equipo de sonido, por supuesto, un CD con grandes éxitos de Chet Baker que ayude a consolidar el buen clima.

UN VINO ESPECIAL. Recuerdo que la primera vez que probé este vino fue hace unos años ya, en una cata especial de vinos Malbec, adonde se nos explicó que la marca Trumpeter fue creada solo para exportación y adaptada en sus características organolépticas al gusto del mercado de EEUU. Hoy, sin embargo, ya se vende en Argentina (lo he visto en varias cartas de vinos durante un reciente viaje a Buenos Aires), mientras que sus buenas particularidades se mantienen inalterables.
Ahora bien, el “trompetista” vinícola que nos brindó el reciente concierto fue un Malbec de cosecha 2008 que terminó enamorando a todos con sus notas. Antes que nada, debo aclarar que a este vino hay que esperarlo un rato tras el descorche y, si es posible, decantarlo, para que el oxígeno haga su trabajo y saque al producto lo mejor de sí. A la vista se presenta con un color granate profundo, con esos matices violáceos tan típicos del Malbec. En nariz tiene algo de fruta roja cocida, y aparecen bien nítidas deliciosas notas a vainilla y chocolate. En boca, finalmente, resulta muy, pero muy agradable, con ciertos toques picantes y especiados (aparece bien clara la pimienta), de buen cuerpo e interesante estructura.
Por sus características, entonces, este vino acompaña muy bien comidas especiadas, además de las carnes grilladas. Incluso imagino que sería interesante compañero de los típicos choricitos al vino (que siempre salen picantitos) o, incluso, de las morcillas picantes que se venden en los súper.

NOTAS QUE SE NOTAN. Un detalle que hace a este vino singular es el complejo tratamiento que recibe durante su paso por madera: 30% en roble americano nuevo, 30% en roble francés nuevo y el restante 40% en barricas de roble americano de segundo y tercer uso. De este modo se logran las notas señaladas, que no son musicales, pero que se transforman en un concierto cuando llegan al paladar.

(Artículo publicado en la página 34 del diario Última Hora de Asunción el día 25/07/11)