Por Alejandro Sciscioli

“Hay vinos con los cuales es imposible equivocarse”. Palabras más, palabras menos, esa fue la línea de razonamiento que seguí mientras pensaba qué vino llevar a una cena a la que me habían invitado la semana pasada.
Si bien no tenía idea cuál era el menú propuesto por los anfitriones, al menos contaba con el dato que la carne roja brillaría por su ausencia esa noche. Fue así que, luego de unos momentos de meditación, decidí que la marca elegida sería Luigi Bosca, que viene a ser una especie de “todo terreno” del vino, ya que sin importar si estamos hablando de blancos, tintos o espumantes, decir que el viejo y querido amigo Luigi estará presente en la mesa significa que se servirá un producto de gran calidad.
Es cierto, hay cosechas mejores que otras, pero eso es algo que abarca a todos los productores de determinadas regiones, un aspecto macro que involucra fundamentalmente al clima y del cual nadie puede escapar. Sin embargo, al hablar puntualmente de esta marca, sabemos que al elegirla estamos yendo a lo seguro: nos encontraremos con un vino conocido por propios y extraños, al menos de nombre, un producto que casi siempre sale bien y, claro, gusta a todos.
Entonces, sabiendo qué no habría en los platos, decidí lo que sí o sí iba a estar en las copas: Luigi Bosca Pinot Noir.

¡QUÉ RICO! Antes de llegar a la casa de mis amigos pasamos por el supermercado para comprar dos botellas. Fue muy fácil encontrarlo, con esa siempre reconocible etiqueta blanca y marrón. Y fue muy grato saber que su precio sigue manteniéndose inalterable en G. 70.000.
La bienvenida recibida en destino fue muy calurosa. Tanto que aún creo que la misma se debió al ver que llegaba acompañado de Luigi.
Antes de la cena ya abrimos la primera. Es que, como todo Pinot Noir, el Luigi Bosca puede servir como buen acompañante del aperitivo y como testigo de las animadas charlas entre amigos.
¿Qué me pareció? Un Pinot Noir hecho y derecho. Su color es de un rojo rubí suave y brilloso. En nariz es bien expresivo y frutado (con notas muy claras  a frutillas), algo floral y con aromas a chocolate. En la boca resulta elegante y sedoso, con un cuerpo interesante. En suma, un vino de esos que, al probarlo, la primera reacción es un sonoro “¡qué rico!”.

COPAS Y PLATOS. Por suerte, los dueños de casa mantuvieron en pie el menú. No hubo carne vacuna, pero sí carne blanca, además de una entrada de quesos suaves. Por ello, la combinación entre vino y comida fue óptima. Incluso, este vino podría ir muy bien emparejado con algunos pescados, como atún fresco o salmón.
La cena transcurrió alegremente y las dos botellas, finalmente, casi quedaron cortas. Me alegró mucho saber que la elección fue la correcta, que el vino hizo buena pareja con la comida y que los comensales, todos, fuimos subyugados por una etiqueta que, a pesar de ser una vieja conocida nuestra, nos sedujo como la primera vez que llegó a nuestras copas.
Es que Luigi Bosca suele ser así, un clásico que se ganó la alta estima de todos, a fuerza de calidad. Una etiqueta a prueba de errores.

(Artículo publicado en la página 38 del diario Última Hora de Asunción el día 11/06/11)