Por Alejandtro Sciscioli (*)

Hace unos años, trabajando en contenido del número debut de la revista HC Gourmet, un tema que debía preparar, rápidamente llamó mi atención. Era el anuncio de la llegada al país de una línea de vinos, elaborados por una empresa que tiene el muy sugerente nombre de Bodega del Fin del Mundo.
Tal denominación avivó mi imaginación al instante. Primero hice una escala en aquellos lejanos pero entrañables momentos de mi más tierna infancia, y pensé en el famoso “Faro del fin del mundo” de Julio Verne. Luego, sabiendo que esa bodega es argentina, pensé en los hermosos paisajes de Tierra del Fuego, tan australes, tan lejanos y tan extremos que parecen haber sido creados especialmente para las más bellas postales. Sin embargo, al leer el origen, la fantasía inicial dio paso a la curiosidad más profunda.
Es que la Bodega del Fin del Mundo se encuentra en el famoso “terroir” patagónico de San Patricio del Chañar, en la provincia de Neuquén. Se trata de un oasis enclavado en el medio de la inmensa y árida nada, un sitio en cual se podría pensar que para lo único que sirve es para ser admirado por su belleza, pero adonde finalmente encontraron su lugar en el mundo numerosas bodegas que, dicho sea de paso, están dando que hablar tanto a consumidores como a especialistas en todo el mundo.
Así fue que traté de imaginarme qué tipo de vinos pueden elaborarse en esas zonas frías y ventosas.

INTERESANTE MALBEC. Por suerte no tuve que esperar mucho tiempo para degustar algunos de los vinos elaborados por la Bodega del Fin del Mundo. La experiencia, en aquel momento, fue muy buena.
Esta semana, de hecho, quisiera charlar sobre un Postales del Fin Mundo Malbec 2010 que compré recientemente en el súper y que luego descorché, lo admito, pensando en todos los aspectos que detallo al inicio de este texto.
Realmente, hablando coloquialmente, se puede asegurar que este 2010 está bueno. Es que, al ser tan joven y al haber pasado por una leve crianza en barricas de roble, nos encontramos con un vino amable y muy fácil de tomar.
¿Cómo es? Bueno, a la vista es de un color rojo oscuro, con los reflejos violetas típicos de un vino de cosecha reciente. En nariz cuenta historias muy expresivas, pues están presentes en todo su esplendor los frutos rojos tan típicos del Malbec, además de una ligera nota avainillada. Tiene una buena entrada en boca; posee un buen cuerpo y taninos suaves.
En cuanto a la combinación con comidas, como a todo vino de esa cepa le caen muy bien las carnes rojas asadas, el cordero, las piezas de caza y algunos quesos grasos.  También se entiende a la perfección con las pastas suavemente especiadas.

EN SUMA. Para decirlo en pocas palabras, es uno de esos vinos que no hay que dejar pasar una vez que te topás con él en la góndola. Te lo grafico con una expresión acuñada por Tito Caro que he decidido adoptar y que, también, ya utilicé en una columna anterior: te tutea de entrada, desde la primera copa, porque sin dificultades podrás entrar en confianza con él y rápidamente podrás hacerte amigo.
En definitiva, un poco de Patagonia en tu copa.

Artículo publicado en la página 37 del diario Última Hora de Asunción el día 28/05/11.