Por Alejandro Sciscioli

Es increíble el modo misterioso en que funcionan las asociaciones de ideas y la manera en que el cerebro escucha y/o lee lo que cree escuchar y/o leer, aunque la realidad sea diferente. ¿O es que acaso nunca tuviste que pedirle a alguien que vuelva a decir una frase o volver un párrafo en un libro para constatar el verdadero mensaje? Cuando esos “malentendidos” ocurren, estoy seguro de que el subconsciente nos envía claras señales que deben ser atendidas.
Recientemente, en un súper, escuché claramente a uno de los parroquianos decir “Vernus”. Mi primer pensamiento fue: “esta gente está queriendo comprar un vino”. Sin embargo, como algo había sonado raro en ese “Vernus”, me di vuelta para ver a los interlocutores y me encontré con dos niños. Buscando reponerme de la sorpresa me acerqué y afiné el oído para escuchar lo que ambos decían.
Entonces, allí estaba, frente a la góndola de snacks, escuchando esa conversación infantil. Lo simpático del caso (y que viene a fundamentar el arranque de estas líneas) es que uno de los chicos, al final, le dijo al otro que en Venus transcurría un episodio de las aventuras de su héroe favorito de la TV.

RISA E IMPULSO. Me reí de mi mismo, pues me sentí ridículo. Luego cedí al impulso de ir a hasta el sector de los vinos para buscar y encontrar a Vernus, ese buen vino chileno que elabora la Viña Santa Helena.
No me costó mucho encontrarlo. Estaba entre otros de su linaje: en el rango medio de línea, por encima de los varietales y los reserva, pero abajo de los ícono. Vi el precio (G. 90.000) y me dije que no era tan caro como para descorcharlo esa misma noche y degustarlo.
A este vino no lo conocía tan bien como a los amigos que describí en las columnas de las dos últimas semanas. Había tenido un par de aproximaciones en una cena-maridaje y en una cata organizada por la revista HC Gourmet, oportunidades en las que pude probar los nuevos Cabernet Sauvignon y Malbec (sí, leíste bien, un Malbec chileno, aunque ese es otro tema). Pero nunca había probado el Blend, y por ello fue el elegido.

EN CASA. Llegué a casa, lo enfrié en hielo, lo descorché, lo decanté una media hora y, luego, llegó a la copa. Parafraseando a mi querido amigo Tito Caro puedo decir que este vino “me tuteó de entrada” y durante toda la velada fue un compañero que supo contarme todos sus secretos.
A la vista, su color es de un rojo rubí profundo. En nariz me pareció complejo, con notas a fruta roja cocida y, especialmente, con nítidos aromas especiados. En boca, sin dudas, es estructurado, con buena entrada y largo final. Tales características, típicas de un vino de corte (o blend), son aportadas por las cepas que componen a esta noble etiqueta: 65% Cabernet Sauvignon, 20% Carmenere, 10% Syrah y 5% Petit Verdot. ¿Con qué combinarlo? Animate con algún estofado con salsa agridulce; no te vas a arrepentir.
Solo un detalle faltaba develar, el nombre. La respuesta viene de la propia etiqueta: es un homenaje a los ciclos de la tierra; la palabra “Vernus”, de origen latino, significa “nuestro renacimiento”.
Más allá de la confusión auditiva, y a modo de conclusión, se puede afirmar que este vino es un buen embajador de la viticultura chilena, que año a año renace, cosecha a cosecha, para placer de todos.

(Artículo publicado en la página 42 del diario Última Hora el día 30/04/2011).