Por Alejandro Sciscioli

Al menos para quien firma estas líneas, el 2020 fue un año muy bebido: desde que inició el tema Covid mi cava particular quedó casi totalmente vacía y, como si fuera poco, tuve que salir a comprar vinos como nunca antes.

Hubo muchos “soldados caídos” de esa colección, etiquetas que guardaba para algún momento especial que llegó tras una reflexión existencial acerca de la inevitabilidad de la muerte y la certeza de que a los gustos uno debe dárselos en vida.

PublicidadAsí, antes de que llegue el final del 2020, saqué una botella que había llegado a mi casa como vino del mes de In Vino Veritas Club: Le Petit Clos 2016, vinazo de aquellos que es elaborado por Viña Lapostolle con uvas provenientes de Apalta, Valle de Colchagua.

Era domingo, anochecía  y, ante el pedido de mi hija, la parrilla se encendió como por arte de magia. Así, una tapa de cuadril comenzó a asarse. Este factor gastronómico, más los argumentos ya indicados, hicieron que descorche a ese gran hijo vitícola de Chile y me dedique a disfrutarlo, sin más. Simplemente para celebrar la vida. 

PublicidadMe encontré con tremendo blend 95% Cabernet Sauvignon, 4% Merlot y 1% Carmenere, con una guarda de más de 20 meses en barricas francesas de roble. Cuando llega el momento de disfrutarlo es una verdadera gloria. En nariz resulta elegante y complejo, con notas a fruta negra y roja, un toque de hierbas y especias, más sutiles notas terciarias fruto de su guarda en roble. En boca es seco, de muy buena acidez, taninos redondos, cuerpo medio + y un final largo y muy placentero. Tremendo vino que tiene una gran evolución en copa.

Sin dudas, la mejor elección para cerrar un fin de semana de introspección, que terminó de manera gloriosa.

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