Por Daniel Román Ayala

Entré al comedor. Era enorme, los cuadros de esos señores tan elegantes parecían estar mirándome y me sentí intimidado. Di mis primeros pasos y pensé que me caía. Las rodillas me temblaban como un trozo de panna cotta. Y seguramente mi rostro tenía el mismo color que el famoso postre italiano. Los cuadros quizás eran reproducciones, o lo a mejor no, pero imponían respeto, daban ese aire avinagrado de las cosas que parecen ser, pero que luego no lo son. Como las lámparas doradas que cuelgan de los techos de casas como la mía… lo más triste de la mala calidad es que nadie piensa que esas lámparas son de oro ni cristales de Swarovski, sino que son un remedo patético que no vale nada. 

Levanté la mirada y me dirigí a la mesa del señor que estaba solo. Era mi primer día como sommelier en aquel restaurante tan elegante y quería hacerlo bien. Lo miré y lo escudriñé con lujo de detalles, intenté ver qué tipo de ropa llevaba, cómo estaba peinado, si llevaba o no reloj… Todo eso me daría una idea de qué tipo de vino podría ofrecerle. 

El comensal iba a comer un joues de veau bourguignon, un plato contundente y complejo. “Garnacha”, pensé. Priorat, Aragón, Navarra, Madrid… Sí, había muchas opciones. La Garnacha siempre es potente, con un volumen bueno, que ayudaría a limpiar la boca del exceso de colágeno de la carrillera de ternera. Sí, ese era su vino, un Vi de la Vila de Torroja, un vino con personalidad, complejo, con cierta rusticidad pero que unido al vino de la salsa burguiñona sería un éxito. Me paré como a unos cincuenta centímetros de la mesa, me presenté y saludé, expuse mis opciones para el vino de esa noche, que por supuesto eran varias, pero cuando llegue a las garnachas intenté hacer hincapié en el vino del Priorato. 

-…Este es un vino del Priorat, es de la variedad Garnach…
-Shhhiit… No, Garnacha no. No bebo vino malo. 

En el imaginario colectivo es muy común creer que el Garnacho, o la Garnacha, da unos vinos muy malos, poco elegantes, hasta si se quiere, salvajes. Sin embargo esta no es la realidad. La Garnacha es, quizás, la variedad española por antonomasia. Es la cepa española, es ese suelo árido y ese clima seco, embotellados. 

Existen varias versiones de su origen, hay autores que ubican su génesis en la isla italiana de Cerdeña, y no intentes jamás decirle a un sardo otra cosa, pues para ellos su variedad es la Canonneu, nombre con que se conoce a la Garnacha en esas latitudes. Pero según los estudios actuales podemos situar a la Garnacha en el Reino de Aragón, y es quizás por ello que esos vinos de Campo de Borja, Calatayud o Cariñena son tan singulares y actualmente tan apreciados por especialistas tan importantes como Jancis Robinson.

Es verdad que la Garnacha es una variedad que nació muy adelantada a su época, como diría Nietzsche, quizás la Garnacha es una variedad hiperbórea. Una de esas variedades difíciles de comprender en un país como España, que elaboraba vino para el consumo inmediato: la Garnacha estaba vilipendiada, ultrajada, o lo que es peor aún, olvidada. Pero cuando un producto es bueno, no muere. 

Esta variedad se plantó hasta el hartazgo en la España en el siglo XIX. De hecho, fue la variedad más plantada en el mundo durante mucho tiempo, hasta que las políticas de la Unión Europea hicieron que se arrancara casi todo el viñedo de Europa. Pero también se plantó en casi cualquier rincón de la tierra donde se elaboraba vino. 

Los primeros vinos australianos, que eran fortificados, se elaboraban con esta variedad. En Argentina encontrábamos vinos de mesa, de los baratos (y de muy mala calidad), elaborados con esta variedad, y en Estados Unidos es la uva insignia de lugares como Whashington. Actualmente regiones tan importantes como Chateauneuf-du-Pape o el Priorat la tienen como variedad prioritaria. 

Y es que a la Garnacha le gustan las bajas producciones y que respeten su longevidad. Estos parámetros son cruciales para obtener vinos tan increíbles como Finca L’Ermita o Domaine Vieux Telegraphe. Actualmente la Garnacha da unos vinos inmensos, respetados y caros. En España la encontramos en Madrid, en Mentrida o en Navarra. Es variedad preferente en Rioja, pero también se cultiva en Galicia o en el Levante. Está por todos lados y sus vinos son tan variopintos como los lugares de dónde proceden.

Aunque suele dar vinos muy potentes y voluminosos, también es verdad que cada comarca le da un carácter único. Y que no podemos comparar una Garnacha del Mont-Sant con una de la Sierra de Gredos. 

Existen por varias sub especies de Garnacha, entre las que están la Garnacha tinta, la gris, la blanca, la peluda y la Garnacha tintorera, única variedad en el mundo que tiene la pulpa roja, como la piel. 

Ahora que conoces algo más sobre esta variedad que da vinos tan exquisitos ¡atrévete a probarlos!

¡Salud!

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