Por Alejandra Gavigán
(Corresponsal en Chile)

Lo que un domingo cualquiera puede parecer aburrido, lo convertí en un fabuloso día de descanso y rodeada, sobre todo, de muchos vinos. Luego de un delicioso tour en Montes y un opíparo almuerzo en Rayuela de Viu Manent, tomamos el auto y fuimos a conocer la inmensidad de Apalta, en el Valle de Colchagua, en una de las viñas a la cual tengo mucho cariño.

Desde el mirador de Ventisquero uno puede hacerse la idea de los blends que se pueden encontrar allí: Merlot, Syrah, Carmenere entre otros. Luego de subir hasta el mirador de la viña, ubicado en lo alto de una elevada colina (en auto, ¡por supuesto!) subí las escaleras y me encontré con uno de los mejores atardeceres de mi vida: rodeada de viñas que están a punto de florecer para darnos sus mejores racimos del valle.

Humildemente, las fotos que logré tomar no les hacen justicia a tan bello paisaje, y sobre todo, los excelentes vinos que caté esa tarde junto a dos australianos y dos americanos quedarán impregnados en mi memoria para siempre.



Caía el sol y José, nuestro guía y también sommelier, nos contaba sobre el primer vino, de etiqueta que causaba curiosidad y de una cepa muy interesante: Herú Pinot Noir 2015 del Valle de Casablanca. Lo primero que me llamó la atención fue la etiqueta, donde apatrece claramente un gorro naranja. Cuenta la leyenda que el valle de donde salen las uvas con las cuales se elabora este vino está protegido por duendes mágicos, donde el líder porta un gorro rojo y todo hechizo es posible, así como lo hizo con este vino frutado, tanto así que parecía comer una de esas frutillas de Areguá bien maduras, seguido de especias, taninos maduros y algunas especias ¡Delicadas como seda y la frescura nocturna del Valle en ella era indudable! 

Mientras nos servíamos quesos y crackers, pasamos al segundo vino, Vértice 2015, la mezcla perfecta entre Carmenere y Syrah. Es increíble cómo un australiano y un chileno, ambos enólogos, entregan toda su alma y la reflejan perfectamente en estos vinos: Felipe Tosso entrega el Carmenere y John Duval el Syrah para crear una explosión de especias, frutas maduras, taninos aterciopelados además de un retrogusto interminable. Mientras la vista de Apalta nos estremecía por su grandeza, en la copa teníamos un vino donde se encuentran la majestuosidad de la vista y los cerros. Debo acotar que lo único que mi mente decía era: ¡Pizza de pepperoni con este blend! 

Luego fuimos con el Pangea 2014, un delicado Syrah que se produce a partir de uvas cuyo viñedo aporta solamente solo un kilo de uvas por parra, las mismas se encontraban detrás del mirador donde estábamos degustando ese vino. Al salir del mismo, se puede ver cómo la larga hilera que remonta el cerro y sube por las laderas muestra esplendorosa sus brotes que pronto se convertirán en ese bello vino de una nueva añada. Los suelos pobres y la amplitud térmica del cerro hacen un trabajo increíble a las uvas, luego este vino pasa por 18 meses de barrica de roble francés y 1 año de estiba. Todo esto, hace de este Syrah una experiencia impecable: redondo, afrutado, especiado y miles de otras virtudes que no me entrarían en estas líneas para describir.



Terminaba el tour y llegamos al vino por el cual todo el mundo dijo:¡Chapeau!: Enclave Cabernet Sauvignon 2013. Bien sabido es que cualquier monovarietal en Chile puede ostentar ese nombre con el 85% de la uva en botella. Este Cabernet Sauvignon va acompañado de  Petit Verdot al 7%, Carménère al 5% y Cabernet Franc 2%, una mezcla bordelesa que se hace desear. Las uvas provienen de Pirque, a 1000 metros de altura sobre el nivel del mar en Alto Maipo. Luego de pasar 18 meses en barricas (50% nuevas y el otro 50% de segundo uso), este vino toma forma luego un año en botella. El poder de esta mezcla para dejarnos sin palabras era impresionante: su complejidad, estructura y notas especiadas cautivaron a todos los presentes en la mesa. Ciruela, guindas, tabaco, cuero, especias y mucho cuerpo además de taninos elegantes y sedosos a la vez persisten en boca. ¡Una delicia! 

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