Por Alejandro Sciscioli

La firma importadora Caminos del Vino tiene como norma atender a sus visitantes en Ciudad del Este a cuerpo de rey. Son tantas y tan buenas son las atenciones que, buscando una manera de definir en pocas palabras la experiencia, he acuñado una frase para definir ese proceso que me espera cada vez que los visito: “el método de hospitalidad Caminos del Vino”.

La última vez que me tocó vivir tan esmerado y placentero sistema fue a inicios de septiembre, cuando llegó la invitación para ser parte de una experiencia de cata y presentación de nuevas etiquetas en la tienda que Caminos del Vino posee en el coqueto Paraná Country Club.

Tras el alojamiento en un muy bello hotel, nos dirigimos puntualmente al sitio indicado, donde Jeanette Muller, la sommelier de la casa, y Antonio León, gerente general de la firma, tenían todo presto para el encuentro.

Hubo dos momentos bien diferenciados en la noche. Durante la primera parte nos enteramos de la llegada al mercado local de la viña chilena VIK, un proyecto de altísima gama que nos fue presentado por Héctor Moya, ejecutivo comercial de la bodega trasandina.

La viña es producto de la visión de Alexander Vik, un emprendedor noruego quien en el año de 2004 se trazó el objetivo de construir un viñedo excepcional desde donde obtener uvas que permitan elborar un vino único.

Para lograr esta meta y encontrar el mejor terroir, fue convocado un equipo de enólogos, climatólogos, geólogos, viticultores y agrónomos para realizar una búsqueda en Sudamérica. La elección de los mejores terroir y las óptimas condiciones climáticas para la viticultura lo llevaron a que en el año 2006 adquiriera 4.325 hectáreas en Chile.

El sitio elegido fue el Valle de Millahue, conocido por los habitantes originarios de la región como “Lugar de Oro”. Allí es donde nace VIK, un viñedo que encarna la fusión entre hombre, clima, tierra y tecnología.

La viña está ubicada al interior  del valle, entre numerosas quebradas, ofreciendo a los viticultores la posibilidad de trabajar con una gran cantidad de terroirs diferentes que aúnan diversos perfiles de suelo y microclimas. 

 A las copas llegó el vino ícono de la bodega VIK, de la cosecha 2012. Se trata de un vino de gran personalidad, con mucha intensidad aromática y deliciosas notas a fruta roja y negra, pimiento rojo, eucalipto, chocolate, pimienta negra y clavo de olor. En boca se presenta con gran personalidad: es seco, de acidez media+, taninos y cuerpo altos y un final largo y muy agradable. Sin dudas, un vino que, cuando llegue al mercado local, muy pronto ganará un nutrido grupo de fans.

BODEGA SOTTANO. A su turno, Adrián Toledo, enólogo jefe de las Bodegas Sottano y Vicentín, puso en las copas nada menos que tres excelentes vinos de la marca, que llevan su sello personal.

Primeramente degustamos el Sottano Espumoso Rosé, un delicado ensamblaje de Malbec y Chardonnay elaborado a partir del método tanque (o Charmat) que siempre resulta muy refrescante.

Luego me maravillé con una deliciosa sorpresa: Sottano Merlot, una etiqueta que es parte de los vinos jóvenes de la casa, que me cautivó por su explosión de fruta en nariz y por ser muy fácil de beber. En cierto sentido resulta peligroso: es tan rico que las copas se terminan vaciando muy fácilmente.

Luego pasamos al Barrabás, un vino que es íntegramente elaborado con uvas Cabernet Franc procedentes en partes iguales de Agrelo (Luján de Cuyo) y Altamira (Valle de Uco), ambas regiones de Mendoza, Argentina. Se trata de un vino que integra muy bien fruta, alcohol y roble, lo que resulta muy destacable teniendo en cuenta que el mismo ha tenido una crianza de 18 meses en barricas. 

Finalmente, las copas se vistieron de gala esperando el siempre espléndido Judas Malbec, etiqueta elaborada completamente con la variedad insignia argentina que ensambla uvas de Luján de Cuyo (80%) y Valle de Uco (20%).

Por supuesto que la noche siguió y a las copas llegaron otras etiquetas afuera de programa, lo que es muy común cuando Caminos del Vino es anfitrión. Entre esas etiquetas "no oficiales" quiero destacar un vino de Burdeos que tiene una óptima relación entre precio y calidad. Estoy hablando de Labastide Dauzac Margaux, de la cosecha 2012, vino que como buen producto de la “orilla izquierda” de Burdeos posee en su ensamblaje una parte mayoritaria de Cabernet Sauvignon. Si bien su etiqueta no lo ayuda mucho, el vino resulta excelente: es elegante en todo sentido.

Al día siguiente, antes del retorno, nos pegamos una escapada a la tienda de Caminos ubicada en la planta baja del edificio Cell Shop en Ciudad del Este, donde compramos algunas botellas, nos llevamos un Judas Malbec autografiado por Toledo y catamos una joya, Sottano Reserva de Familia Cabernet Sauvignon 2008, que estaba IMPRESIONANTE (así, con mayúsculas). Es evidente que el paso del tiempo le hizo muy bien.

Finalmente emprendimos el retorno a Asunción, con la satisfacción de haber recibido una vez más el “método Caminos de hospitalidad”. ¡Hasta la próxima!

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