Texto: Alejandro Sciscioli // Fotos: Luis Fioretti

No todos los días se tiene la oportunidad de vivir experiencias vitivinícolas superlativas. Por ello, cuando el momento llega, hay que acudir a la cita con los sentidos alerta y el ánimo predispuesto. En esas cavilaciones me encontraba el pasado jueves 30 de octubre, en los momentos previos al ingreso a la vinoteca Mr. Vino, adonde el motivo de reunión era conocer las etiquetas que el enólogo Pascal Marty elabora, literalmente, con mucho amor.

A modo de introducción se puede decir que el francés Pascal Marty encontró en el Nuevo Mundo vitivinícola el lugar adonde poder expresar todo lo que es capaz de hacer, y dos ejemplos alcanzan para apoyar tal afirmación. Trabajando para la prestigiosa firma Baron Philippe de Rothschild fue responsable de llevar adelante dos joint ventures muy famosas: Opus One en los EEUU (que la empresa francesa desarrolla junto a Robert Mondavi) y Almaviva (que se elabora junto a Concha y Toro).

Con semejantes credenciales, demás está decir que mi expectativa por conocer al enólogo era muy alta. Y como conclusión anticipada puedo asegurar que el personaje, los vinos de autor que hoy elabora, así como la organización del encuentro superaron ampliamente lo que esperaba encontrar.

Como siempre, no pude evitar que la puntualidad me lleve a ser el primer invitado en decir presente. Aunque, claro, ya estaban en el sitio el protagonista de la noche, junto a los responsables de la firma que importa la marca Viña Marty, la familia Castro, que una vez más demostró su puntería al incorporar a su cartera vinos de muy alta gama.

UNA HISTORIA DE AMOR. Tras las presentaciones de rigor, Pascal Marty explicó primeramente cómo fue que decidió que Chile sería el lugar en el mundo donde tendría su propia viña.

“Es un proyecto que existe oficialmente desde 2008, pero originalmente partió mucho antes, 16 años atrás. Es decir, dos años después de que Baron Philippe de Rothschild me mandó a Chile para  hacer Almaviva. En ese entonces yo empecé a buscar un lugar para algún día poder tener una viña y hacer un ‘vinito chico’, sin mucha pretensión originalmente, para una cosa propia”, indicó con su muy buen castellano impregnado del siempre afable acento trasandino.

Y fue en 1998 cuando Marty encontró, finalmente, un lugar en el Alto Maipo, en la zona de Pirque, unos 30 kilómetros al sur de Santiago. “Encontré un suelo, un clima, un lugar preciosos. Merecía comprarlo. Era una propiedad muy chica, con la casa, el jardín y todo eso, solamente son 3 hectáreas”, explicó.  Al año siguiente plató 2 hectáreas y empezó a armar “este cuento”, según sus palabras. Pero en esta época tenía en su cabeza otros temas. “Además, sabiendo que al viñedo hay que plantarlo y darle tiempo para que produzca, no tenía ningún apuro”.

Por varios años vendió la uva a otra viña. Pero en 2007 se animó a sacar su primer vino, “e hice este vino con la cosecha 2007, que se llama Clos de Fa”, la joya con la que se cerró la noche de cata y que “cristaliza y simboliza toda la pasión que tengo por el vino, como por la mujer que también encontré en Chile, francesa, pero la encontré en Chile, y ella fue la que me inspiró a hacer este vino: es mi musa y es de ella que viene el nombre Clos de Fa. Clos porque está cerrado por un muro, Fa por el diminutivo del nombre de mi esposa, Fabiana”.

Pero claro, como una viña con solo 2 hectáreas no puede vivir, tras armar su empresa, Pascal buscó socios entre sus amigos de Chile. “Yo tengo sueños pero no tengo plata, así que fui a ver amigos y les dije que estaría bueno que ellos, amantes del vino, tengan un trozo de una viña y un pedazo de sueño. Cuando les dije eso, también literalmente dije ‘la plata que van a meter en esta empresa nunca más será suya’, pues el tema aquí no es el dinero. Se trata de pasión, de compartir vino de calidad, tener una marca propia en 25 países ", prosiguió.

Hoy, Pascal tiene 19 socios, “y el número seguirá creciendo seguramente”. Así, hoy día Viña Marty posee distintos viñedos y cerca de 130 hectáreas ubicadas en varios valles. Están en Curicó, a unos 200 kilómetros al sur de Santiago; en Colchahua, cerca de Santa Cruz; y la parte más grande está a la altura del Talca, en el Valle del Maule.

ESCALERA. Pero como normalmente ocurre en las catas, para llegar a la cima primero hay que subir varios peldaños.

El primero de ellos fue la cosecha 2011 de Corazón del Indio, que precisamente proviene de una zona muy calurosa del Valle del Maule. Se trata de una mezcla de Cabernet Sauvignon y Carmenere, porque es “la” cepa chilena, según el enólogo, y también tiene Syrah. “Tiene más o menos un tercio de cada cepa, y aunque varía de un año a otro básicamente tiene eso. Se cría durante un año en barricas muy usadas, “porque a mí no me gusta la madera muy presente; quiero que el vino se exprese, y entonces la barrica es un elemente que permite al vino evolucionar”.

¿Con qué nos encontramos en la copa? Con un vino de color rojo rubí profundo y brillante, con ribetes granates. En su interesante nariz la Carmenere está muy presente, y surgen notas a fruta negra, pimiento rojo, pimienta, café y toques balsámicos. Entra en boca con personalidad y buen cuerpo; es picantito; llena la boca y se aprecia un suave dulzor; se final medio a largo es muy agradable, con toques lácteos y café, más un punto prolongado de acidez.

El corazón también está presente en la razón de ser esta etiqueta. “Esta marca la hemos sacado porque frente al viñedo de Clos de Fa, que está en Maipo, está pegado a la montaña, al pie de la cordillera. Y la montaña que está frente a la casa y frente al viñedo, cuando se mira de lejos se ve perfectamente un indio acostado, de espalda, y se ven su perfil, su nariz, su rostro, su cuello, su pecho, y es allí donde hay un inmenso corazón de piedra. Cuando el sol se pone, sobre todo en verano, la montaña se vuelve naranja y el corazón se ilumina de rosado”.

Y DESPUÉS… El segundo peldaño de esta escalera vitivinícola fue Fa 2009 Merlot Single Vineyard, que lleva una crianza de 14 a 15 meses en barricas cuyo 70% es nuevo. De color es rojo rubí profundo y brillante, en su atractiva nariz aparece claramente la fruta negra, más cerezas en licor, especias, pimientas, más algunos toques y lácteos. Entra en boca con personalidad y se distinguen buen cuerpo y estructura; es picantito y de buen volumen y obsequia un final largo en que se percibe vainilla.

Esta etiqueta se elabora con las uvas cultivadas en el pequeño viñedo de dos hectáreas de donde salen las uvas para el Clos de Fa y para Ser, el tercer escalón de la cata de esa noche.

“En ese viñedo normalmente producimos dos marcas, Clos de Fa y los vinos que no entran en Clos de Fa se envasan con una marca que se llama Ser”, dice el enólogo, quien puntualiza que, si el vino no logra exactamente la característica o el nivel de calidad que busca, lo desclasifica y dice: "esto no tiene derecho de llevar el nombre de Clos de Fa o Ser”.

SER O NO SER. En tercer término se degustó Ser Syrah 2010, un vino que también tiene una historia relacionada con el amor.

“Este vino se llama Ser por dos razones. Primero porque implica el alma, la persona. ‘Ser’ para el terroir es un conjunto de cosas: suelo, clima y personas que trabajan en la propiedad. El otro Sentido es que ‘Ser’, en armenio significa amor”, explica Pascal, quien explica que si bien su mujer es francesa, su padre es armenio y su madre, siciliana. “En este caso el vino está más dedicado a su padre “.

Este hijo enológico de Pascal, que es criado durante 16 meses en barricas, 70% nuevas y 30% de segundo uso, presenta un color rojo rubí muy profundo y brillante, con ribetes granates. En nariz aparece mucha fruta negra, especias, toques balsámicos, cerezas en licor, una leve nota a uva pasa y algo de fruta abrillantada. Saluda la boca con potencia y cuerpo; es fresco y de buena acidez; De buen volumen, hace salivar; presente leve picor al final en boca; en retronasal vuelve a aparecer la fruta más notas lácteas; su final es largo y agradable.

LO MEJOR DE PASCAL. En la cima de lo que hoy puede producir la Viña Marty encontramos al ya comentado Clos de Fa, que es una mezcla de las mejores uvas del pequeño lote de 2 hectáreas, que posee en su blend Cabernet Sauvignon (40%), más Merlot y Syrah.

A las copas llegó un ejemplar de la cosecha 2009, que a la vista presenta un color rojo granate muy profundo y brillante. En nariz es muy interesante y complejo, con el pimiento rojo bien presente, más cerezas en licor, especias y pimienta, más toques lácteos, herbáceos, minerales y balsámicos. Entra en boca con un saludo muy potente y suave dulzor; resulta sedoso, redondo y de buen volumen; su final es muy largo y retronasal vuelven a aparecer los toques lácteos y  balsámicos. Un vino que exige el acompañamiento de una comida acorde a su nivel.

A esta altura, el pobre Pascal hacía lo posible para despejar las dudas de los asistentes, aunque un acuerdo tácito surgió entre todos: nadie se iría de Mr. Vino hasta que la última gota de vino de las botellas abiertas se acabase.

Cumplido el compromiso, todos volvimos a nuestros hogares con la satisfacción del deber cumplido.