Por Alejandro Sciscioli

A fines de abril tuvimos la dicha de volver a Chile, esta vez para adentrarnos en el corazón del famoso Valle de Colchagua, lugar en el mundo adonde la Viña Santa Helena tiene su bodega y un tesoro, parras centenarias de Cabernet Sauvignon, cuya existencia permitió el motivo mismo de este viaje: conocerlas, y participar de la vendimia de estas uvas que dan vida al muy buen vino Parras Viejas.
En el aeropuerto de Santiago nos esperaba Pedro Dragisevich, del área Comercial de Santa Helena, quien a lo largo de la estadía se convirtió compañero inseparable. Inmediatamente partimos, por tierra, a Santa Cruz, ciudad que forma parte de la Provincia de Colchagua, que a su vez está inserta en VI Región Libertador General Bernardo O'Higgins.
La primera sorpresa fue Juan y Medio, un famoso restaurante ubicado en el kilómetro 109 de la Carretera Longitudinal Sur, Cruce de Rosario. Se trata de un sitio pintoresco especializado en comida típica chilena, famoso por sus generosas porciones, de allí su nombre.
En el lugar constaté la veracidad de su fama de dar platos enormes y probé por primera vez el Charquicán, un suculento y poderoso guiso autóctono que me dejó muy satisfecho. Un dato: Juan y Medio tiene una sucursal en el centro de Santiago.
A la hora mágica, cuando el sol ya se puso pero aún queda claridad, llegamos a la pequeña ciudad, que está a unos 150 kilómetros al sur de Santiago. Nos hospedamos en un hermoso hotel, también bautizado con el nombre de Santa Cruz. Una vez instalados, aprovechamos la tarde y noche libres para conocer más del lugar, la idiosincrasia y su gente.

MAR Y SORPRESAS. Luego del desayuno, nos aventuramos hacia el camino nuevamente. Y vivimos un momento mágico: entre la bruma transitamos la famosa Ruta del Vino de Colchagua, entre los viñedos de muy conocidas marcas.
Luego de pasar la localidad de Paredones y transitar un camino de tierra y arena, llegamos hasta una finca arrendada por Santa Helena, que se encuentra a 9 kilómetros del Océano Pacífico en línea recta (y a 90 metros sobre el nivel del mar), en una zona conocida como Colchagua Costa. Allí nos atendió don Edgardo Escobar, encargado del lugar. 
En la finca Santa Helena posee 10 hectáreas de Sauvignon Blanc, 4 hectáreas de Pinot Noir y 3 hectáreas de Pinot Gris. El sistema de trabajo es el usual: contrato de arriendo a largo plazo y constante asistencia de los agrónomos de la viña, para lograr la uva deseada.
Luego, a continuar camino, esta vez rumbo a la ciudad costera de Pichilemu, autodenominada “capital mundial del surf”, debido a las monumentales olas que golpean la costa, una tras otra.
Pero antes de ir a comer hubo una parada obligada: visita y foto panorámica en un sitio conocido como Punta de Lobo, un maravilloso mirador natural que permite divisar la inmensidad del océano y el incansable juego de los surfistas con el mar.
Y luego, sí, al Surf Hostal, también conocido como el “Puente Holandés”. El lugar es precioso: se accede cruzando un puentecito de madera. Adentro, sorprende un amoblado moderno, combinado con toques regionales, y un amplísimo ventanal que permite ver el mar y un deck, con mesas, sillas y reposeras. Por supuesto, almorzamos en el deck.
Mi elección fue Reineta con salsa de camarones: un generoso filete de este pescado, acompañado de una salsa de tomate y camarones más una guarnición verde y un delicioso crocante de harina de maíz. ¿El vino? Viña Mar Reserva Sauvignon Blanc 2010, de la Bodega San Pedro, estupendo, expresivo, frutado (con claras notas a manzana y pera), fresco, herbáceo y maravillosamente ácido. Un compañero ideal para ese momento junto al mar.
Mientras esperábamos la comida no nos cansamos de picotear unos pancitos crocantes y calientes, sobre los cuales untábamos un fantástico pebre. El postre fue brownie con helado de dos sabores. ¿Qué más se podía pedir?
Luego de la sobremesa, a desandar todo lo recorrido rumbo nuevamente a Santa Cruz, para disfrutar de una cena impecable en el restaurante del hotel.
Los Varietales es el nombre del restaurante del hotel Santa Cruz, una de las cocinas más celebradas en el Valle de Colchagua, según se nos informó. Y la fama que le precedía está muy bien fundamentada, ya que allí es posible comer de un modo excelente platillos autóctonos chilenos, con un distinguido toque gourmet.
Como éramos varios comensales a la mesa, coincidimos en ordenar dos entradas para compartir y, cada uno, un plato principal.
Las entradas: Trilogía de ceviches y ostiones escabechados sobre láminas de pulpo al olivo y hojas verdes. En pocas palabras: una fiesta de sabor.
El principal que este cronista pidió fue Filete de congrio con aceitunas de población (dorado con puré de aceitunas, pastelera de choclo y jugo de choritos). En la boca, sabores y texturas generaron un gran regocijo: todo en su lugar, nada forzado y puntos de cocción exactos. No hubo caso de pedir postre, era imposible seguir comiendo.

ALTA HELENA. Al día siguiente tuve la suerte de volver a ver el bello edificio de la nave central donde funciona la bodega de la Viña Santa Helena (vale recordar que en mayo del 2011 ya estuve allí).
Era otra mañana fría, brumosa y nublada, pero ello no impidió que saltáramos de la camioneta para recorrer la sala de barricas, la zona de los tanques de acero inoxidable y el sector de envasado. Luego, sí, fuimos hasta las parras centenarias de Cabernet Sauvignon a partir de las cuales la casa elabora su excelente vino Parras Viejas.
Luego subimos hasta el salón donde la Viña recibe a sus visitantes, y allí degustamos junto con Matías Rivera, máximo referente enológico de Santa Helena, un total de 13 etiquetas, todas provenientes de Colchagua, el terroir que viajamos para conocer y que ahora definitivamente sentiríamos en las copas.
Pero antes, Matías nos explicó los detalles de un proyecto de la Viña, denominado Alta Helena, con el que se busca mostrar las distintas características del Cabernet Sauvignon chileno, según el terroir donde fue producido. El producto consiste en una caja que contiene cuatro botellas de Cabernet Sauvignon, cada una con identidad propia, de los valles de Aconcagua, Maipo, Colchagua y Curicó.
Estos cuatro vinos tienen muchas características en común: todos son 100% Cabernet Sauvignon de viñedos de altura (los más elevados de cada valle), de la misma cosecha, single vineyards, con pie franco (no injertados), de viñedos libres de filoxera, provenientes de las partes altas de cada valle, con un mismo manejo en el viñedo (y un rendimiento de 7 toneladas por hectárea), una misma filosofía enológica, un mismo estilo, con proceso de vinificación y maduración en barricas por 14 meses.

CATA DE LUJO. Todo estaba prolijamente dispuesto en la mesa y solo faltábamos los catadores. ¿Qué se degustó? Mirá:
Selección del Directorio Sauvignon Blanc 2011. Proveniente de Colchagua Costa, este vino es muy vivaz y expresivo en nariz, con claras notas cítricas y un delicado toque herbáceo. En boca es fresco y ácido, con un delicado toque mineral.
Selección del Directorio Carmenere 2011. Posee un maravilloso color carmín profundo y brillante. En nariz es muy chileno, con esas claras notas a pimiento rojo y tomate asado, más fruta fresca, especias, café y un toque ahumado. En boca tiene una interesante estructura, con taninos suaves y notas a café.
Selección del Directorio Cabernet Sauvgnon 2010. Este vino, en realidad, es un corte de aproximadamente 85% Cabernet y 15% Syrah. De bello color rojo rubí intenso, su nariz es expresiva y dulce, con notas a fruta roja, especias y vainilla. En boca presenta buena estructura y notas dulces y afrutadas.
Vernus Malbec 2009. Un Malbec totalmente distinto a lo que estamos acostumbrados a degustar de Argentina. En nariz hay mucha fruta cocida, más un toque a vainilla y especias. En boca presenta una rica acidez, buen equilibrio y un final medio a largo.
Vernus Blend 2009. Un vino interesante por su composición misma: se trata de un blend compuesto de 65% Cabernet Sauvignon, 15% Syrah, 10% Carmenere y 10% Petit Verdot, elaborado a partir de uvas provenientes de Colchagua (90%) y Maipo (10%). De color rojo rubí profundo, en nariz me pareció complejo, con notas a fruta roja cocida y, especialmente, con nítidos aromas especiados y un toque a café. En boca, sin dudas, es estructurado, equilibrado, con buena entrada y largo final.
Vernus Cabernet Sauvignon 2009. Un vino con sorpresa: además de su 85% de Cabernet Sauvignon cuenta con 10% de Syrah y 5% de Petiti Verdot. Tiene el color rojo rubí profundo de rigor. En nariz se percibe fruta roja fresca,  más un toque ahumado y de vainilla. En boca se siente con buen cuerpo, más taninos suaves y dulzones.
Notas de Guarda Camenere 2010. Otro vino con formulación sorpresa: 85% Carmenere, 12% Cabernet Sauvignon y 3% Petit Verdot. En nariz es complejo, con claras notas a pimiento rojo, algo frutal, especiado, sin esas típicas notas verdes que a veces molestan en el Carmenere. En boca persiste la complejidad; es también redondo, dulzón y picante. Imperdible.
Parras Viejas Cabernet Sauvignon 2010. Su color no es tan profundo como el de otros Cabernet. En nariz es complejo, delicadamente frutado, especiado. En boca se percibe una estupenda acidez; es redondo, de taninos suaves y persiste largamente en el paladar. Me enamoré de este vino. No puede faltar en tu copa.
D.O.N. 2009. Su nombre es el acrónimo de la frase De Origen Noble. Su formulación es  80% Cabernet Sauvignon, 15% Petit Verdot y 5% Cabernet Franc. En nariz es frutal, complejo, con notas a vainilla, pimienta y un toque ahumado. En boca es fantástico: entra muy bien, llena muy bien la boca, es equilibrado, deja sabores a fruta roja dulzona y deja un largo final. Excelente.
Alta Helena Aconcagua Cabernet Sauvignon 2008. De color rojo rubí brillante, en nariz aporta mucha fruta roja madura. En boca es redondo, dulzón e intenso. Buen final.
Alta Helena Maipo Cabernet Sauvignon 2008. De color rojo rubí, en nariz se siente especiado y algo frutal. En boca es más complejo y delicado.
Alta Helena Colchagua Cabernet Sauvignon 2008. De color algo más delicado que los anteriores, en nariz se siente especiado y frutal. En boca tiene carácter, con taninos presentes (pero no molestos).
Alta Helena Curicó Cabernet Sauvignon 2008. El color se acrecienta nuevamente al rojo intenso. En nariz se percibe complejo, con claras notas a fruta roja madura. En boca tiene buena estructura y acidez; se sienten los taninos.

CHAU, CHAU. Luego de la cata almorzamos y volvimos a Santiago, pues al día siguiente debíamos retornar a Asunción. Ya en vuelo, pasando en limpio los primeros apuntes, me prometí volver a esta zona a conocer más sobre este país, sus vinos y sus expresivos terroir. ¡Hasta la vuelta!

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