Por Alejandro Sciscioli

¿Qué es lo mejor que puede ocurrirle a un amante de los vinos? Entre otras cosas, descorchar una buena etiqueta, probar una joya renombrada, descubrir un best value… Y también, claro, recorrer los secretos de las bodegas y los viñedos. Pues bien, tuve la fortuna de vivir ese conjunto de experiencias positivas en octubre pasado, cuando integré una comitiva de periodistas paraguayos que viajó a Chile para visitar la bodega y dos de los viñedos que la chilenísima Bodega Santa Carolina posee en las cercanías de Santiago e, incluso, dentro de la propia ciudad.

La expectativa que me generó este viaje en particular, debo reconocerlo, fue muy alta. No es común que aparezcan este tipo de oportunidades, por lo que la predisposición para aprender conceptos y escuchar toda explicación era más que alta. De hecho, fui dispuesto a transformarme en una esponja que adquiera conocimientos nuevos y absorba cuanto vino pase cerca, siempre con una finalidad pedagógica, valga la aclaración.

LA LLEGADA. El vuelo de ida fue realmente plácido, algo inusual si se tiene en cuenta que el cruce de la cordillera de los Andes suele ser turbulenta. Sin embargo, sin novedad aterrizamos en el muy bello aeropuerto Arturo Merino de Santiago, adonde fuimos recibidos y rápidamente transportados al Intercontinental Hotel, un cinco estrellas estratégicamente situado en la corporativa zona de Providencia.

Apenas tuvimos una hora para desempacar y tomar un baño, ya que luego realizamos un breve city tour y, posteriormente, asistimos a una cena de bienvenida, encabezada por Cristián Benavente, director del área de exportaciones para Latinoamérica.

Y vaya que fue cálido el recibimiento: tuvimos la oportunidad de degustar el nuevo Sauvignon Blanc Reserva que la casa elabora. ¿Por qué nuevo? Porque es de la cosecha 2009, y además porque se cambió la zona de producción del valle de Rapel al de Leyda, donde esta cepa se expresa mejor.

¿El resultado? Un vino de color amarillo leve con algunos tonos verdosos, muy limpio. En nariz es muy expresivo y frutado, con notas cítricas. Y en boca se percibe un cuerpo medio y acidez balanceada. Ideal para lo que estábamos viviendo: una reunión de amigos en la terraza.

El plato de fondo (este servidor optó por el congrio), llegó acompañado de un Santa Carolina Gran Reserva Barrica Selection Petit Verdot 2007, de estructura firme, taninos potentes. Un gran vino, por cierto.

Tras el postre y el café, solamente cabía esperar un buen sueño reparador.

CASABLANCA. El segundo día fue mucho más intenso: incluyó la visita a uno de los viñedos de la empresa, un recorrido breve por Valparaíso y Almuerzo en Viña del Mar.

Así que todo el grupo se subió al minibús, acompañado de Benavente, Alfonso Entrala (del área de Marketing) y Trinidad Braun (de Relaciones Públicas). La hora de viaje pasó muy rápido, entre animadas charlas y la fascinación propia de la gente que llega del llano cuando observa las maravillosas vistas de las montañas.

En el viñedo que se encuentra en el famoso valle de Casablanca (ubicado a unos 80 kilómetros de Santiago) se cultivan varias cepas blancas (principalmente el Chardonnay para las líneas Reserva, Barrica Selection y Reserva de Familia). “Aunque también tenemos algunas plantaciones de Syrah y Pinot Noir”, explicó Samuel Barros, el ingeniero agrónomo en jefe de la viña, quien nos dio la bienvenida y respondió todas nuestras preguntas.

También comentó que, en esta viña que tiene unas 50 hectáreas, existe una estación meteorológica que les permite estar atentos ante la aparición de las peligrosas heladas. Para evitarlas, está dispuesto un sistema de ventiladores y molinos, que permite mantener la temperatura y evitar los daños en las plantas.

Mientras la conversación continuaba, nos fuimos acercando a un gran hoyo cavado por un tractor entre dos hileras de vides. “Es una calicata”, dijo Barros, quien agregó que con ese simple ejercicio de excavación pueden medir la humedad del suelo y ver cómo se desarrollan las raíces. ¿Qué me dice este suelo ahora? Que está suficientemente húmero y aun no necesita agua”, respondió cuando le pregunté por la excavación que teníamos ante nosotros. Una vez que se “lee” el mensaje de la tierra, el hoyo se tapa.

También visitamos un “risotrón”, que una calicata, solo que más sofisticada y se mantiene permanentemente excavada. Se trata de un hoyo cuadrado, profundo, con una tapa, que está amurado con maderas en tres de sus partes. En la cuarta hay un vidrio en cual es posible ver las raíces de las plantas y su evolución.

VALPARAÍSO Y VIÑA DEL MAR. El viaje continuó luego unos 40 kilómetros hacia el noroeste,  donde está Valparaíso. La única parada que hicimos en esta fue para sacamos fotos al lado del único moai que está fuera de la Isla de Pascua. Y luego continuamos viaje hacia la vecina Viña del Mar, sede del famoso festival musical.

El tiempo estaba ventoso, fresco y nublado. Pero ello no impidió que disfrutemos de las maravillosas vistas que los cerros y el océano Pacífico nos brindaban. De hecho, hubo quienes se sacaron los zapatos se animaron a “mojarse las patas en el mar”.

El almuerzo fue en el restaurante Portofino, un establecimiento top en cual es frecuente ver a políticos, artistas y empresarios y que se merece un artículo en la sección “Cocina 5 estrellas”.

El menú fue un maravilloso festival de pescados y frutos de mar (me apunté con breca a la vasca). El vino: Santa Carolina Pinot Noir Reserva 2008 y Chardonnay Barrica Selection Gran Reserva 2007, excelentes decisiones para acompañar el menú.

La tarde fue libre, y por ello aprovechamos para realizar algunas compras.

BORDE RÍO. A la vera del río Mapocho, que corre caprichoso recorriendo toda la ciudad de Santiago, se encuentra un complejo gastronómico que se llama Borde Río. Hasta allí llegamos para cenar en Zanzíbar, un restaurante de cocina multiétnica.

Para el plato principal opté por un cordero cocido al estilo marroquí (con salsa agridulce, picante). Una excelente decisión teniendo en cuenta los vinos servidos: Santa Carolina Reserva de Familia Cabernet Sauvignon 2007 y Reserva de Familia Carmenere 2006.

No había tiempo ni estómago para más. El segundo día había concluido.

LA BODEGA. Dentro de la ciudad de Santiago, en la comuna de Macúl, se encuentran las bodegas subterráneas e instalaciones de Viña Santa Carolina. Construida en etapas sucesivas, entre los años 1877 y 1898, es considerada actualmente como una de las edificaciones agroindustriales más representativas de la época.

Se construyó sin hierro, solamente con cal y canto. Solamente entrar en la edificación es respirar historia. Primero es posible recorrer la vieja casona, adonde vivió don Luis Pereyra Cotapos, el visionario abogado y empresario fundador de la empresa en 1975. El nombre de la bodega, Santa Carolina, fue tomado en honor a la esposa de don Luis, Carolina Iñiguez Vicuña.

Con el paso del tiempo la empresa fue creciendo y se realizaron remodelaciones. Pero también la aspiración de don Luis era realizar vinos de alta calidad. Por ello decidió enviar algunas botellas a la Exposición Universal de París en 1889, año en el que Santa Carolina recibió su primera medalla de oro.

En 1963, Viña Santa Carolina se transforma de una empresa familiar en una Sociedad Anónima y, en 1973, la construcción fue declarada Monumento Nacional. En 1974 la empresa es adquirida por el grupo Larraín-Cruzat y luego se convirtió en propiedad de Fernando Larraín Peña. Tras una serie de retoques en la plana directiva, en el 2006 nace Carolina Wine Brands, que agrupa a las marcas Santa Carolina, Viña Casablanca, Antares, Viña Ochagavia y Finca el Origen (ésta última de Argentina).

Y ahora, en un bello día de octubre del 2009, estábamos nosotros caminando entre las antiguas cubas e ingresando luego al subsuelo, donde están las barricas que contienen los vinos reserva y de alta gama.

Era el último día y una sorpresa nos estaba aguardando: en la sala de degustaciones de la bodega (donde se recibe a los turistas), una degustación especial se había preparado: 14 vinos tintos y blancos estaban prestos para ser catados.

Fue una excelente oportunidad para disfrutar lo mejor de Santa Carolina, ¡aunque fueran las 10 de la mañana!

Pasaron por las copas el ya probado y aprobado Reserva 2009; un Reserva de Familia Chardonnay 2007; los varietales Cabernet Sauvignon, Sauvignon Blanc, Merlot y Syrah, todos 2008 ; los reserva Merlot, Pinot Noir y Cabernet Sauvignon, todos  2008; los Barrica Selection Gran Reserva Carmenere (2007) y Petit Verdot (2008); dos ¡GUAU! (con mayúsculas, por su excelente relación precio calidad), Ocean Side Sauvignon Blanc y Dry Farming Carignan; finalmente se probó el ícono de la bodega, el VSC. Sin dudas, todos productos excepcionales.

Luego llegó el momento de un aperitivo con una degustación de tres espumantes, el almuerzo… y la despedida. De la bodega fuimos directamente al aeropuerto.
Si tuviera que resumir todo lo escrito en unas pocas palabras, creo que lo indicado sería señalar la experiencia con la frase: tres días placer. Y eso fueron, tres días de placer en Santiago.

ALGUNAS CIFRAS. Carolina Wine Brands es una de las empresas más importantes del mundo vitivinícola. Con más de un siglo de experiencia a nivel global y exportaciones a más de 80 países, el grupo alcanza ventas anuales que superan los 2 millones de cajas (75% exportaciones - 25% consumo interno) e ingresos por sobre los US$ 45,5 millones.

Cuenta con 2.000 hectáreas de viñedos en los valles más prestigiosos de Chile y Argentina y dispone de 4 bodegas de vinificación ubicadas en los valles de Maipo, Colchagua, Curicó y Mendoza.