Por Daniel Fassardi

Así como me encanta el vino tinto y lo prefiero por sobre los blancos y espumantes, cuando llega el momento de hablar de comidas puedo declarar sin temores que soy un carnívoro empedernido.

Me encantan todas las comidas: pescados, mariscos, aves, pastas y así un larguísimo etcétera. De hecho, soy un omnívoro hecho y derecho. Pero si me dan a elegir, la carne vacuna a la parrilla le gana al resto. Llámenme paladar simple, si gustan,  no me molestaré ya que la verdad no debería ofender a nadie.

Hecha la aclaración sobre mi debilidad por las carnes, comenzaré a desarrollar el tema que me propuse escribir: condensar en un comentario mis numerosas visitas a Lo de Osvaldo, la parrilla que se encuentra sobre la calle Cerro Corá.

Teniendo en cuenta que mis actividades diarias se desarrollan en esa parte de la ciudad, es totalmente normal que visite con regularidad ese sitio que hace clara referencia al legendario dirigente deportivo Osvaldo Domínguez Dibb, bajo cuya presidencia el club Olimpia consiguió sus gloriosas tres Copas Libertadores de América.

Cada vez que puse el pie en el local me fue muy bien en lo más importante: la calidad de la carne y el buen nivel de servicio. De hecho, esos dos factores hicieron que retorne una y otra vez. Sin embargo, en varias de esas visitas hubo algún detalle que terminó por aportar alguna sombra que no hizo posible el pleno disfrute. Aspectos que, sumados, evitaron que vaya con más frecuencia.

Lo positivo, repito, es la excelente calidad de la carne y los casi (repito, casi) siempre exactos puntos de cocción, así como el esmerado trabajo del equipo de mozos.

También es atractiva la ambientación futbolera y los precios de los vinos (no te matan, lo que a esta altura, en Asunción, no es poco).

Peeeeeeerooooo.....

En contra le juegan las moscas que se cuelan al salón interno desde el patio debido a que invariablemente siempre los mozos dejan la puerta abierta, a pesar de las constantes observaciones.

También resultan insufribles los insólitamente caros precios de las ensaladas simples (con uno o dos ingredientes): es verdad que el comensal va en busca de un buen corte de carne, ¡pero no lo asalten por querer acompañar su pedido con algo verde!

Y otro detalle que me tiene totalmente desesperanzado es un corte de cordero que se ofrece en la carta, puntualmente una tapa de cuadril, que NUNCA está disponible para ser echado a la parrilla. Si no lo tienen más, ¡sáquenlo!

Por último, un detalle que me puso en alerta durante mis últimas dos visitas y que, de hecho, fue el factor que terminó por decidirme a esbozar estas líneas: el punto de cocción de la carne era inadecuado a pesar de que el cartelito que siempre acompaña al plato indicando tan importante detalle anunciaba otra cosa. Si el parrillero no sabe la diferencia entre una carne a punto y otra jugosa, debería dedicarse a otra cosa.

Está claro que volveré siempre que pueda para saciar mis instintos carnívoros y ver si mejoraron los aspectos señalados. No obstante, sería importante que quienes administran el restaurante tengan presente el hecho de que deben mantener siempre altos los niveles de calidad, especialmente cuando lograron en el pasado la excelencia. Es que a lo bueno uno se acostumbra muy rápido.

---