Por Rubén Darío Lugo

Acompañado en esta ocasión de su hijo Pedro, que colabora en la bodega mendocina con el otro hermano, Patricio (el enólogo), Ricardo se encarga de desplegar su experiencia y amplios conocimientos del mundo del vino, y en conversación con Parawine describe la actualidad que envuelve a la producción de las líneas más emblemáticas bajo el paraguas Ricardo Santos, la marca.

El escenario del encuentro debía ser el ideal: un wine bar, obviamente. Allí, la voz grave de Santos padre retumba en todos los rincones, mientras las botellas son testigos privilegiados de las referencias sobre la sorpresa inicial del que habla, cuando evoca que diez años atrás venía al país y veía más presencia de whisky en los comensales de los restaurantes; hasta ahora, en que el vino va ganando ampliamente la partida.

“Además, las publicaciones temáticas y el material editorial dedicado al vino sorprende y, en mis conversaciones con gente de Argentina, cuando hablo del mercado paraguayo se quedan mudos, mirando el horizonte y preguntándose si verdaderamente aquí hay un furor por conocer más del vino”, arremete el patriarca de la bodega.

Antes de desgranar los puntos concretos sobre las bondades de las etiquetas que trae en su portfolio, rememora detalles acerca de cómo se inició en este fantástico mundo: “Terminé el secundario en Buenos Aires, fui a los Estados Unidos y me recibí de arquitecto. Mientras tanto, mi padre había comprado la mayoría de las acciones de la bodega Norton (increíble, siendo que nunca tomó una gota de vino hasta poco antes de fallecer)”, reflexiona.

Pero como era hombre de negocios, el padre de don Ricardo manejaba bien los números de la bodega y eligió un excelente enólogo. En tanto que el nobel arquitecto volvió del Norte para encontrarse con una disyuntiva: dedicarse a la carrera o instalarse en la bodega mendocina y abrirse camino entre uvas y robles.

“Cuando nuestro hijo Patricio iba a empezar su primer grado, con mi mujer dijimos que debíamos sacar la ropa de las valijas -porque viajábamos bastante- y asentarnos en un lugar: terminamos viviendo en la misma bodega Norton, donde mis hijos vivieron prácticamente toda su vida hasta jóvenes”, destaca.

Pedro interviene con una anécdota: “En el año 1990 se vendió Norton y -mirando a su padre Ricardo- prometiste nunca más meterte en la industria vitivinícola… eso duró un año” (surgen las risas)… porque luego el padre había incursionado otra vez en una bodega nueva. Tanto es así que, fruto de las inversiones, cinco años después comenzaron con la marca Ricardo Santos, bajo una estructura conocida como bodega boutique, ya que el formato en la Argentina de ese tiempo respondía más a grandes extensiones de viñedos.

Por eso la marca mantiene el estilo que siempre persiguieron, y que la familia Santos pretende identificarlo como el vino que hace recordar más al viñedo que a la bodega: “Buscamos la fruta, no los ‘frutos rojos del bosque’. Aspiramos a que se note más la uva Malbec, el Cabernet o el Semillón”, enfatiza.

Para finalizar, es Pedro quien brinda el remate enfático, al expresar que a la bodega le interesa para sus diferentes etiquetas mantener la elegancia por encima de la exuberancia: “Puede haber una cosecha mejor que otra, pero no tenemos una variación tan grande; buscamos disfrutar, no tanto pensar ni complicarle a la gente”.

Como ya es costumbre, don Ricardo Santos llegó al país para participar de una nueva edición de la Expo Vino Paraguay. También, como es tradición, fue un imán que llamó la atención de los wine lovers locales, todos buscando una foto con el personaje que le pone el nombre a la etiqueta. Y como siempre ocurre, dejó a su paso un reguero de simpatía, risas y anécdotas.

¡Salud, maestro, hasta la próxima!



---