Por Luis Fioretti
El vino y su comercialización traen continuamente a Paraguay a diversos tipos de personajes, muchos de ellos queribles y, por supuesto, recordables. Uno de esos visitantes recurrentes con los cuales siempre vale la pena visitar es Andrea Landozzi, export manager de la italiana Bodega Piccini, quien arribó  a nuestro país por quinta vez con buenas nuevas: la pronta llegada de más etiquetas. Junto a la importadora EDESA, su nueva visita fue para lanzar dos vinos blancos, “ya hace mucho pensando en el mercado local”.
Andrea explica que así como la categoría ideal para comenzar conocer el vino italiano está representada por su etiqueta “Memoro” tinto, se decidió que los blancos italianos sean dados a conocer por el “Memoro” blanco. Para describirlo, cuenta del tinto que es un vino complejo, afrutado e intenso que con solo 3 años y medio de carrera hoy alcanza el nivel de distribución mundial del Chianti Naranja, bandera de la casa en los últimos 15 años. “Uno busca Chianti para probar la cepa Sangiovese. Memoro se basa en la calidad”.
Así, Memoro Blanco continúa el concepto del tinto en su elaboración: blend de 4 uvas principales provenientes de los 4 extremos de Italia, destacando el aporte de variedades autóctonas. Lleva Viognier (40%) y Chardonnay (30%), equilibradas con Vermentino (20%), cepa de la costa Toscana. “De Chardonnay con barrica está muy lleno el mundo. Con el Vermentino le damos diferencia”, señala Andrea. También lleva un poco de Pecorino (10%), que ayuda a la unión de las cepas. Este blanco se creó en 2012, apenas año y medio después del tinto, llegándonos la añada 2014, cuya mezcla lleva Chardonnay de la cosecha anterior.
La otra etiqueta representa el potencial puro de los vinos blancos italianos en manos de cepas autóctonas con el varietal Pinot Grigio. Bastante neutral, no tan expresivo, su punto fuerte es la acidez y frescura. “Es un vino fácil de tomar como aperitivo, aún siendo seco”. Ambas etiquetas llegarán en la segunda mitad de año, cuando los calores vuelvan a apremiarnos con su habitual vehemencia.
 
PICCINI, ANDREA Y MÁS. Piccini es la historia de una familia. Surge en 1882 en La Toscana, región del centro-norte de Italia, cuya capital es la famosa Florencia, sí, la del Renacimiento. Es una de las apenas dos bodegas que en ésta región se conservan en manos de familias fundadoras, con la cuarta generación al frente. Tiene 400 hectáreas, figurando a nivel Italia en el Top 10 de productores, con 17 millones de botellas, casi 90% exportadas.
De la misma manera que la mejor uva de la cepa Sangiovese, estrella de su producción, se obtiene en Montalcino hoy busca la mejor expresión de otras cepas. Para eso ha comprado tierras en la región de Basilicata para obtener la Aglianico, en las faldas del volcán Vulture. Adquirió la propiedad de 15 hectáreas hace 2 años, para tener representación con uva autóctona del sur de Italia, cuya historia se remonta a 3.000 años. Del mismo modo actualmente tiene planes de comprar tierras en Sicilia, a los pies del famoso volcán Etna.
Con 8 años en Piccini, para Andrea Landozzi ingresar fue como un retorno. Su familia producía vinos para consumo propio, costumbre muy italiana, así que creció en el vino, “vendimiaba faltando 3 días al colegio, era una fiesta”. Formado en comercio e idiomas, éste joven de 30 años comenzó laboralmente en un campo muy diferente del vino: la venta de escopetas de lujo. Allí tuvo como cliente al cabeza de la Bodega, Mario Piccini, con quien hubo “feeling” y quien al poco terminó ofreciéndole trabajo, cosa que para Andrea fue como volver al gusto familiar.
Sobre su labor, siente que además de la responsabilidad natural del cargo, juega un poco su actividad, junto a la calidad de los vinos, como referencia de lo que la gente sentirá hacia el vino italiano. “En Italia hay 800.000 productores. Uno representando una marca se siente un poco embajador del vino italiano”. Esto, más su historia familiar, y esta en evidente afinidad con su mundo laboral, le permite entregarse con pasión al hablar de sus vinos, y por supuesto, contagiarnos el deseo de probarlos.
Esta nace, según explica, de la respuesta a la pregunta ¿qué sentido tiene el vino? “O es una bebida como otras, o es lo que siempre ha sido en Italia: parte de la mesa, parte de la compañía, parte de la familia, y fundamentalmente una experiencia.  Si no te transmite una emoción, una experiencia, si el Chianti no me lleva a pensar en La Toscana, en Firenze (Florencia), a la cocina italiana… el vino se queda en la copa, es uno más. En Toscana, la familia no puede sentarse a la mesa sin vino”, afirma.
Andrea viaja mucho a los mercados que atiende. La bodega actualmente exporta a 70 países, de los cuales 15 fueron abiertos por él. De hecho, su compromiso es tal, que su más reciente visita a Paraguay, a mediados de abril, fue en su gira por países de América arrancada el sábado 11, luego de festejar esa misma fecha el cumpleaños de su hija más pequeña.
 
EN PARAGUAY. Andrea explica que “en los mercados relativamente chicos, hay que llevar cosas que valen”. Cuenta que para los primeros pasos en Paraguay, hace 7 años, la bodega decidió comenzar con los tintos, el fuerte de La Toscana (casi 80%), porque primero hay que pensar en lo básico: acostumbrar el paladar. “Trayendo cosas inadecuadas, te arriesgas a matar la categoría”. Por cierto, Paraguay es de los primeros mercados en América Latina, llevando muchos años en Brasil, y poco antes que nosotros, México.
Las líneas presentes son: Memoro Tinto, del que ya hablamos; Chianti Naranja insignia de la casa, hecho 95% de la cepa Toscana “Sangiovese” y 5% Ciliegiolo; Chianti Riserva Selezione Oro, un Sangiovese al 90% con 10% Cabernet Sauvignon, que debe nombre a la selección especial de uvas dentro de los viñedos; Sasso al Poggio, un blend de Sangiovese, Cabernet y Merlot, considerado “súper toscano” porque, aunque elaborado en Toscana, no tiene el mínimo suficiente de Sangiovese para ser Chianti. Sin embargo, su virtud es prestarse a la interpretación del enólogo en su blend, lo que lo hace sumamente único, afirmándose mundialmente a través del trabajo de los enólogos; luego vienen el Brunello y el Brunello Riserva. Estos han sido los 6 vinos elegidos para nosotros en 7 años, a los que se suman ahora los blancos mencionados.
Andrea afirma que lo primero que debe gustar es el vino, luego su historia. Con ésta se entiende por qué ha gustado. No obstante cabe destacar que recientemente el Brunello 2010 ha recibido 91 puntos de Robert Parker, 91 puntos de Wine Entusiast y 94 puntos de James Suckling. Actualmente tenemos en Paraguay el Brunello 2009, pero otra buena nueva de Landozzi es que pronto llegará la referida cosecha 2010. Sin embargo, afirma que “la marca no es lo que dice ella misma de sí, es lo que la gente dice a sus espaldas”.
Así, las cosas, ¡a ver qué dicen Ustedes!