Por Luis Fioretti

La Historia de Carmen Nogués con las cepas y etiquetas comienza de un modo natural: fue amor a primera vista, o sorbo…
La escena, llena de romanticismo, ocurrió hace 3 años atrás durante un paseo por Chile, cuando visitando una bodega, para ella algo nuevo, le fue presentado el galán: un Riesling que de alguna manera le susurró al paladar y a sus sentidos: “hay mucho más”.
Por supuesto, para quien nunca había degustado siquiera un vino,  inmediatamente quiso averiguar ese “algo más” insinuado por el responsable de ese flechazo: “quise saber qué era lo que estaba tomando”.
Desde ese momento, este amor apasionado se desarrolló por esas cosas propias del vino, según Carmen: su interminable variedad, sinfín de historias tras cada etiqueta, las amistades que nacen a través suyo, y claro, el habitual fin de los enamorados, el matrimonio, digo, maridaje.

LO APRENDIDO. Desde aquel Riesling a hoy, Carmen encontró que “hay mucho más”. Y si bien fue un blanco quien dio el flechazo, ella reconoce preferir el tinto. De hecho, su musa inspiradora es el Carmenère, “por su historia y buena relación con todo”.
Luego de ese primer encuentro, el siguiente fue en Mendoza, donde conoció unas 9 bodegas. Desde allí, recuerda Carmen, el vino se hizo un amor irresistible. Y ese amor la ha llevado a recorrer en total más de 40 bodegas.
Así, esta relación se ha cultivado con mucho entendimiento. Ella no ha parado de leer, investigar y buscar información sobre el tema que ha llenado su vida. Entre comprar libros, indagar a fondo Internet, viajar a cursos, finalmente llegó el momento de agrandar la familia. Así, creó su propia bodega, la cual merece un artículo aparte.
Pensando también en la herencia, durante este proceso ha ido armando su archivo personal: en él podemos ver amplia documentación sobre catas en las que participó, apuntes, ideas personales llevadas al papel y demás tipo de información relacionada al vino, con todo lo cual actualmente escribe un libro, que dice no está lejos de salir a luz.
Más aún, como su deseo es un compromiso, aspira convertirse en experta de cata, vino y su relación gourmet. Para eso toma un curso de sommelierie, ni más ni menos que en Gato Dumas Colegio de Gastronomía, viajando cada viernes a la ciudad de Buenos Aires, participando de paso de la vida vitivinícola en la capital argentina y retornando generalmente los domingos a nuestro país.
Mas este amor no es en absoluto egoísta, todo lo contrario, gustando mucho a Carmen compartirlo. Hablar de él para esta dama no tiene horario, ni lugar, organizando a menudo encuentros con amigos para compartir con ellos la experiencia del vino.
Ya sea en su casa o donde fuere, para Carmen el tomar vino significa buscar siempre el disfrute a pleno, cueste lo que cueste. Y para esto, lo mejor, llevándolo a la práctica, ofreciendo siempre las exquisiteces de su exclusiva bodega a quienes comparten con ella.
Pero no está sola. Comparte su pasión con su marido, Parviz Farahani, quien de hecho concurre al mismo instituto porteño, pero buscando conocer los secretos de la cocina.
 
COMPARTIENDO. Este servidor conserva un muy grato recuerdo de la entrevista con Carmen: con la mesa de su casa exquisitamente preparada, transformó este encuentro periodístico en una reunión de amigos, invitando, claro, a degustar una de las joyas de su colección generando un ambiente ideal para disfrutar del vino, ¡un miércoles por la noche!
¡Y vaya que fue compartir! En esta ocasión, la anfitriona invitó a degustar un exquisito y exclusivísimo “Judas” de Bodega Sottano. Inolvidable.
Por otro lado, Carmen también es una activa promotora del gusto por el vino a través de las redes sociales, especialmente Facebook, donde aporta mucho de sus gustos y experiencias en el grupo “Los del Buen Vino”. Por si fuera poco, también es una activa bloguera, publicando sus artículos en Regostisimo.

ALGUNAS REFLEXIONES. Como todo apasionado, Carmen tiene varias opiniones formadas en cuanto al vino. Así, dice que “un vino cuando es barato, sin desmeritar, es rico y tiene ese algo, pero realmente las propiedades del buen vino están en uno caro”. También destaca que las propiedades para la salud, por ejemplo, están en los antioxidantes que solo encontramos en el vino con guarda, en la cáscara de la uva llevada al vino, en el tinto, porque los blancos resultan no poseer estas propiedades.
Por otro lado, cuenta que no está de acuerdo con la manera de hacer catas que nota a nivel local. Según ella, se mezclan muchas cosas: “por ejemplo te dicen que tratás con un vino de 95 puntos. Pero hay 95 puntos de media, de alta y de baja calidad, y muchas veces no explican bien esas cosas. No vas a comparar un 95 puntos de un gama alta con un 95 puntos de uno de gama baja, porque mientras el primero te sale más de un millón de guaraníes, el otro te sale G. 50.000”.

LA BODEGUITA DE CARMEN. Es pequeña, acogedora y completita. “Acá están los vinos que más amo”, dice sobre el espacio donde mantiene a sus tesoros a unos constantes 16 grados  de temperatura.
Y en verdad impresiona, no tanto por cantidad, sino por la calidad de lo que se observa en su colección particular.
Así, encontramos un Opus One “aun con la firma de Robert Mondavi”, en compañía de un Catena Zapata Estiba Reservada, un premiadísimo Chadwick o un Carmín de Peumo de Concha y Toro (conocido como el mejor Carmenere del mundo, explica).
Dicen también presente nombres como Vega Sicilia, Clos y el ya mencionado Judas (de Bodega Sottano).
Reúne etiquetas ícono y premium de diversas latitudes de todo el mundo, organizadas por secciones, como Champagnes por un lado, o Malbecs en su propio rincón, con lo propio para Shiraz, Merlot, sin faltar el apartado para los blends, el espacio para las cepas raras y los señalados por países, como los españoles, franceses e italianos. También tiene su lugar para los vinos “de todos los días”, claro, a nivel top.
Para finalizar, me veo en la obligación de destacar la amabilidad y paciencia con que esta gran anfitriona y amante del vino atendiói y contestó todas mis preguntas. ¡Gracias por tu tiempo Carmen!